Si bien la tradición cristiana nos ha enseñado que el 25 de diciembre se celebra el nacimiento de Jesús, esto no es necesariamente cierto pues hasta el momento nadie ha podido determinar con exactitud el momento en el que se produjo. (AFP).
Si bien la tradición cristiana nos ha enseñado que el 25 de diciembre se celebra el nacimiento de Jesús, esto no es necesariamente cierto pues hasta el momento nadie ha podido determinar con exactitud el momento en el que se produjo. (AFP).
Redacción EC

Los villancicos, luces multicolores, árboles abarrotados de adornos e interminables colas en las tiendas de juguetes anuncian desde hace varias semanas la llegada de la Navidad. Sin embargo, la festividad que celebraremos en unas pocas horas ha cambiado a lo largo de los años.

¿Sabía, por ejemplo, que hasta el siglo XIX esta fiesta no se centraba en los niños y más bien estaba caracterizada por vándalos ebrios que robaban, quemaban centros religiosos y abusaban de grupos minoritarios en las calles de Nueva York?

¿O que la imagen de Papá Noel estuvo a punto de desaparecer debido a corrientes religiosas que lo rechazaban?

Por eso decidimos hurgar en los orígenes de la Navidad, de sus figuras más representativas y las tradiciones que la acompañan.

La fecha

Si bien la tradición cristiana nos ha enseñado que el 25 de diciembre se celebra el nacimiento de Jesús, esto no es necesariamente cierto pues hasta el momento nadie ha podido determinar con exactitud el momento en el que se produjo.

Los investigadores que han intentado encontrar la fecha exacta apuntan a un periodo comprendido entre setiembre y octubre. Mientras que otros estudios consideran al 6 de enero, 20 de mayo y otras fechas más.

Entonces, ¿por qué celebramos la Navidad cada 25 de diciembre? Eso se lo debemos a una iniciativa de Flavio Valerio Aurelio Constantino – a quien seguro conoce como Constantino I o Constantino El Grande – y al papa Julio I, quien dirigió la Iglesia Católica entre los años 337 y 352.

Ambos vieron por conveniente establecer la festividad el mismo día en que se celebraban las Saturnales, la fiesta pagana más popular del antiguo Imperio Romano y en la que se homenajeaba el nacimiento del Sol Invictus, un nuevo inicio representado con el solsticio de invierno.

Sin embargo, es importante resaltar que no todas las iglesias accedieron a celebrarlo en esas fechas. Por ejemplo, las iglesias ortodoxas rusa y de Jerusalén lo festejan el 7 de enero.

Papá Noel

La imagen del regordete abuelito, barbudo y bonachón capaz de darle la vuelta al mundo en una noche para dejarle regalos a los niños que se portaron bien durante el año está basado en la Nicolás de Bari, un obispo turco que vivió entre finales de los años 200 e inicios de los 300 y que, según la tradición, heredó una gran fortuna que luego la repartió entre los pobres.

Para el siglo XIII, Nicolás ya era uno de los santos más importantes para cristianos, católicos y ortodoxos, según el historiador canadiense especializado en los fenómenos sociales alrededor de la Navidad, Gerry Bowler.

“Era visto como alguien que mágicamente llevaba regalos a niños en la víspera de su festividad, que era el 6 de diciembre”, explicó a El Comercio.

Dentro de las muchas historias entorno a San Nicolás se encuentra la ayuda que le brindó a un noble del sur de Turquía que había caído en desgracia y obligado a prostituir a sus tres hijas. Según la tradición, Nicolás dejó caer por la chimenea unas monedas de oro que cayeron en las medias de lana que las jóvenes habían dejado secando.
Esto dio inicio a la tradición -principalmente norteamericana- de llenar de regalos grandes medias que los niños cuelgan de las chimeneas en los días previos a la celebración.

Sin embargo, para el siglo XVI la figura de San Nicolás e incluso la Navidad estuvieron a punto de desaparecer, cuando la Reforma Protestante hizo que muchos países europeos abolieran los cultos a santos y tildaran a esta fiesta como una trampa usado por los Papas.
Afortunadamente la imagen de San Nicolás fue retomada – y renovada – a inicios del siglo XIX cuando un grupo de artistas, poetas e intelectuales se propusieron reformar la Navidad.

Esta nueva versión de Papá Noel incluyó elementos que habían sido añadidos a figuras similares en algunos países europeos. Como el acogedor y característico abrigo rojo que reemplazó a su traje de obispo.

Festividad de excesos

La idea de reformar la Navidad nació en respuesta a la degeneración que la festividad había sufrido en Nueva York.

“La Navidad en Inglaterra y algunas colonias norteamericanas perdió el sentido religioso. Es más, se convirtió en una celebración bastante violenta y ruda, donde borrachos asaltaban a los ciudadanos, irrumpían en las iglesias y atacaban a negros y migrantes”, dice Bowler, quien ha escrito tres libros sobre esta festividad y la figura de Papá Noel.

El historiador agrega que, lejos de la fiesta que hoy conocemos, la Navidad estuvo dirigida para los adultos al menos hasta 1800.
Uno de los pilares importantes dentro de esta reforma fue “Un cuento de Navidad”, escrito por Charles Dickens en 1843 y que hacía hincapié en que la felicidad debería tratarse la unidad familiar.

El libro de Charles Dickens "Historia de Navidad" fue un pilar en la renovación de la festividad, en el siglo XIX.
El libro de Charles Dickens "Historia de Navidad" fue un pilar en la renovación de la festividad, en el siglo XIX.

El árbol de Navidad y el muérdago

Si bien diversas culturas y religiones han decorado cuníferos durante sus celebraciones, los primeros registros de lo que podría ser considerado un árbol navideño datan de 1441, en Livonia, donde actualmente se encuentran Letonia y Estonia.

Originalmente, estaba decorado de flores hechas con papel, manzanas, oropel y dulces.

Mientras que la versión moderna de este ícono navideño se originó en la Alemania del siglo XVI con el nombre de Weihnachtsbaum, cuando los cristianos protestantes añadieron velas a estos árboles. Estas fueron reemplazadas por focos con la llegada de la electricidad. 

El primer grabado de un árbol navideño data de 1576 y se encuentra en la localidad de Turckheim, actualmente en Francia pero que en aquella época fue territorio alemán.

El uso de este ícono navideño se popularizó recién en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la nobleza europea comenzó a instalarlos en sus casas. Primero, la condesa Wilhelmine de Holsteinborg lo llevó a Dinamarca en 1808; luego, en 1816, la princesa Enriqueta de Nassau-Weilburg lo introdujo en Viena; y en 1840 el árbol de Navidad ya estaba en Francia gracias al duque d'Orléans.

Por otro lado, el muérdago fue recogido de los druidas celtas, filósofos y sacerdotes británicos que colgaban algunas de estas ramas sobre las cunas de los niños para protegerlos espiritualmente mientras dormían. La planta también era usada como medicina y veneno por estos religiosos.

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