Una nueva era en la relación de Irán con América Latina se vislumbra tras la investidura de Hassan Rohani como presidente de la República Islámica, pero algunos observadores advierten que cualquier cambio no dependerá sólo de la voluntad de este clérigo de 64 años.

Rohani reemplazó oficialmente en la presidencia iraní el sábado a Mahmud Ahmadinejad , que en sus ocho años de gestión buscó entenderse con gobiernos de izquierda latinoamericanos para mitigar el aislamiento internacional de su país.

El nuevo mandatario tiene el apoyo del movimiento reformista iraní y algunos creen que su experiencia como principal negociador nuclear de su país y su conocimiento de Occidente le pueden ayudar en su promesa de mejorar el vínculo con el mundo externo. Buscaremos tener buenas relaciones con todas las naciones, incluidos los estados latinoamericanos, declaró Rohani en su primera conferencia de prensa luego de ser electo, en junio, cuando le preguntaron qué importancia le dará a la región.

Diferentes analistas creen que su llegada al poder abre la posibilidad de que Irán mejore el diálogo con las potencias occidentales y tenga una relación menos politizada con América Latina, aunque la última palabra será del ayatolá Ali Jamenei , líder supremo iraní.

Rohani es un hombre más sofisticado, inclusive estudió en Escocia, tiene un doctorado, es una persona más familiar con el mundo, pero eso no quiere decir que pueda hacer lo que quiera, dijo Luiz Felipe Lampreia, ex canciller de Brasil. Encima suyo hay un líder supremo que tiene realmente el poder: dependerá de la influencia que pueda tener sobre él. Resta ver si conseguirá mejorar o normalizar las relaciones con Occidente y con América Latina, agregó en diálogo con BBC Mundo.

DE AHMADINEJAD A ROHANI En medio de la polémica internacional por el programa nuclear iraní, Ahmadinejad impulsó en persona las relaciones de Teherán con América Latina, adonde viajó en promedio una vez por año durante su presidencia, entre el 2005 y el 2013. En ese período Irán aumentó sus embajadas en la región y respaldó diversos acuerdos o iniciativas económicas junto al fallecido presidente venezolano Hugo Chávez y algunos de sus socios regionales como Bolivia, Ecuador, Nicaragua o Cuba.

Eso incluyó la creación en 2008 del Banco Internacional de Desarrollo, con sede en Venezuela y con capital iraní, una entidad cuestionada por Estados Unidos por presunto financiamiento de actividades militares ocultas. Pero no fue en esos países sino en Brasil donde Irán tuvo a su principal socio comercial latinoamericano, noveno a nivel mundial en 2012 según la Comisión Europea. Argentina (15º) y México (39º) son las naciones de la región que siguen en la lista.

Irán y Brasil estrecharon sus relaciones durante el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), que llegó a buscar junto a Turquía una solución al diferendo por el programa nuclear de Teherán, iniciativa rechazada por Estados Unidos. La relación bilateral se enfrió bajo el gobierno de la sucesora de Lula, Dilma Rousseff , que respaldó en la ONU un mandato para indagar la situación de derechos humanos en Irán y evitó reunirse con Ahmadinejad el año pasado durante una cumbre ambiental en Río de Janeiro.

Mauricio Santoro, cientista político brasileño y asesor de Amnistía Internacional, consideró sin embargo que fue muy significativo que Brasil haya enviado a su canciller, Antonio Patriota, a Irán para la ceremonia de asunción de Rohani. Está indicando que hay una posibilidad de conversar, pero la presidenta no va, le indicó Santoro a BBC Mundo. No es una aproximación política como había sido durante el gobierno de Lula.

De hecho, ningún presidente latinoamericano asistió a la asunción de Rohani y los países con relación más estrecha con Irán enviaron vicepresidentes, cancilleres o, en el caso de Venezuela, al titular de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello .

INFLUENCIA CUESTIONADA El acercamiento de Irán a América Latina en los últimos años llegó a inquietar a Estados Unidos, que incluye al país en su lista negra de patrocinadores de terrorismo. No obstante, el Departamento de Estado estadounidense emitió en junio un informe que aseguró que la influencia iraní en América Latina y el Caribe está disminuyendo.

El reporte sugirió que las sanciones internacionales a Irán complicaron sus planes en la región, pero fue cuestionado por legisladores opositores y grupos conservadores que advierten que el país mantiene una presencia importante en Latinoamérica.

En mayo, el fiscal argentino Alberto Nisman sostuvo que Irán estaba intentando infiltrarse en la región para cometer, promover y patrocinar actividades terroristas y establecer centros de inteligencia en varios países, incluidos Brasil, Chile y Colombia. Nisman investigó el atentado contra la mutual israelita AMIA en Buenos Aires, que dejó 85 muertos en 1994 y por el cual tribunales argentinos culparon a Irán, que niega cualquier implicación.

El gobierno argentino de Cristina Fernández llegó a un acuerdo con Irán para crear una comisión internacional que investigue el ataque, pero esta iniciativa ha sido criticada por opositores y grupos judíos.

Santoro sostuvo que la estrategia iraní de romper su aislamiento internacional a través de América Latina no funcionó en gran medida por el rechazo de las potencias occidentales, con las cuales Rohani ahora podría buscar un diálogo.

TIEMPOS DE MODERACIÓN Durante su primer discurso como presidente ante el Parlamento iraní, Rohani reclamó el fin de las sanciones internacionales a su país y empleó más de una vez la palabra moderación. Su ministro de Relaciones Exteriores, Mohammad Javad Zarif, es un ex embajador ante la ONU y es considerado como un moderado para los estándares iraníes.

Países latinoamericanos con buenas relaciones con Irán defienden el vínculo, que el presidente ecuatoriano Rafael Correa calificó en mayo de amistad y dijo ratificar sin pedir permiso a nadie. Pero la crisis económica en Irán un país en recesión y con una inflación oficial de 36% vuelve más difícil la concreción de viejas promesas de ayuda de Ahmadinejad a la región, como construir una refinería conjunta de petróleo en Ecuador o un puerto en Nicaragua.

No tenemos un apoyo económico sustantivo de Irán, sostuvo el analista político boliviano Carlos Toranzo. (La relación bilateral) nos da más dolores de cabeza que soluciones: nos pone en el lente de la duda de otros países del hemisferio occidental.