Bethan con su medalla del maratón de Londres de 2017. Comenzó a correr para aliviar su ansiedad. (Beth Rees)
Bethan con su medalla del maratón de Londres de 2017. Comenzó a correr para aliviar su ansiedad. (Beth Rees)
BBC News Mundo

Es uno de los trastornos más comunes de la personalidad y, sin embargo, a menudo no se lo diagnostica apropiadamente. Es el llamado trastorno límite de personalidad, que se caracteriza principalmente por inestabilidad emocional, pensamiento extremadamente polarizado, impulsividad y relaciones interpersonales caóticas.

Bethan Rees, una galesa de 30 años, le contó a la BBC cómo fue vivir con esta enfermedad mental sin ser diagnosticada y cómo esto la dejó aislada y con deseos de suicidarse.


Para la mayoría de los jóvenes, el comienzo de su carrera es una época excitante. Pero yo, con una enfermedad mental sin diagnóstico, no viví eso.

Los estados de ánimo con los que siempre estuve luchando aparecieron en la superficie.

Tenía 22 años y estaba trabajando en una agencia de prensa en Cheltenham, Inglaterra, escribiendo comunicados y textos para websites.

El trabajo era exigente, con plazos ajustados y una enorme carga de trabajo. Sin embargo, a pesar de estar capacitada y estimulada por mi trabajo, era claro que estaba en apuros.

Me sentía abrumada por la carga laboral. Mis colegas me acusaban de "soñar despierta" en mi escritorio y de estar distraída y ser incapaz de concentrarme.

Cuando mis jefes trataban de evaluar mi trabajo, yo rompía en llanto o me ponía muy emotiva y enojada. El lugar de trabajo se hizo cada vez más insoportable y después de 18 meses me fui.

Bethan y su actual novio, Karl Powell, de 33 años, quien la ayudó a buscar ayuda con su médico familiar. (Beth Rees)
Bethan y su actual novio, Karl Powell, de 33 años, quien la ayudó a buscar ayuda con su médico familiar. (Beth Rees)

Regresé a Cardiff a vivir con mis padres y conseguí otro trabajo en relaciones públicas.

Pero ocurrió lo mismo. Mis jefes me preguntaron por qué se me estaba dificultando el empleo y no pude decirles.

Pero como sabía que podrían despedirme otra vez, me volví muy ansiosa.

Me sentí culpable y con pánico, pero más que todo, me sentía indefensa.

Fui al médico quien diagnosticó ansiedad y depresión y me recetó antidepresivos.

Estos me produjeron somnolencia y como mi empleo era demandante también me forzaron a irme.

Para entonces ya había perdido la confianza y mis luchas en lo profesional se extendieron a mi vida personal.

Mis padres estaban confundidos, no entendían porqué no podía mantener un trabajo.

Mi pareja en esa época también terminó la relación porque no podía manejar mis estados de ánimo erráticos.

Estaba avergonzada de cómo me sentía y no hablaba con nadie.Pensaba que si lo hacía me verían como débil e incompetente.

Tenía pensamientos suicidas y arrebatos en los que aventaba cosas, me enterraba las uñas en las muñecas o gritaba en la almohada para liberar mi enojo.

Sentía que nunca iba a ser la persona que quería ser y no entendía qué estaba pasando.


Sin provocación

Al fin, las cosas cambiaron en octubre de 2017. Por entonces tenía un nuevo novio y un día, sin ninguna razón, exploté frente a él.

No hubo una provocación, es raro que la hubiera, pero me sentí tan desesperanzada y miserable que le dije que ya no quería seguir viviendo.

Sentía que no podía adaptarme, así que ¿para que seguir viva?

Al ver lo desconsolada que estaba, me pidió una cita de emergencia con otro médico familiar e insistió en acompañarme. El doctor me dijo que yo nunca debí haber tomado antidepresivos y que en lugar de eso necesitaba estabilizadores del estado de ánimo.

Me derivaron a un psiquiatra que me diagnosticó trastorno límite de la personalidad, también conocido como inestabilidad emocional.

Nunca había oído de esto, pero cuando miré los síntomas vi que yo los tenía todos.

Estos incluían luchar para mantener relaciones estables, tener pensamientos suicidas y emociones intensas que pueden cambiar rápidamente.

También estaba el actuar impulsivamente, sentirse paranoico y sufrir intensos arrebatos de enojo.

Bethan Rees perdió dos empleos debido a que su trastorno de salud mental no había sido apropiadamente diagnosticado.
Bethan Rees perdió dos empleos debido a que su trastorno de salud mental no había sido apropiadamente diagnosticado.

Al leer la lista de síntomas, sentí una ola de alivio porque siempre supe que había algo más. Pero también me sorprendió: si había tenido el trastorno durante tanto tiempo, ¿cómo nadie pudo detectarlo antes?

Desde mi diagnóstico correcto, me recetaron estabilizadores del estado de ánimo y la vida es mucho mejor.

Conseguí un nuevo trabajo en el sector de organizaciones de ayuda y mis jefes, conscientes de mi diagnóstico, han sido increíblemente comprensivos.

También me ha ayudado ver a un psiquiatra y un terapeuta, y empecé a correr ya que encontré que esto reduce mucho mi ansiedad.

Pero lo más importante es que ahora finalmente soy capaz de hablar con la gente. Hace poco le conté a mi mejor amiga todo y me dijo que se sentía tranquilizada de que finalmente había hablado con ella. Sabía que algo estaba mal que no sabía cómo ayudarme.

Ahora soy promotora de Time for Change Wales (Momento de Cambio Gales), una organización que aboga para que en los lugares de trabajo haya entrenamiento para poner fin al estigma y la discriminación.

Colaboro con ellos para que las personas que saben que hay algo mal con su salud mental, pero no saben exactamente qué, sigan hablando hasta que encuentren a alguien que pueda ayudarlas.

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