Juan Aurelio Arévalo, enviado especial de El Comercio, le entregó un periódico del 1 de abril de 1908, día en que se fundó el club de fútbol San Lorenzo, al papa Francisco. "Guárdamela. Es importante", le dijo el Sumo Pontífice al portavoz del Vaticano.
Juan Aurelio Arévalo, enviado especial de El Comercio, le entregó un periódico del 1 de abril de 1908, día en que se fundó el club de fútbol San Lorenzo, al papa Francisco. "Guárdamela. Es importante", le dijo el Sumo Pontífice al portavoz del Vaticano.

¿Qué le dice uno al Papa cuando lo tiene al frente? ¿Se le trata de su santidad? ¿Se le hace una reverencia? ¿Bendición o selfie? Preguntas inútiles que se resolvieron cuando Francisco saludó, uno a uno, a los periodistas que lo acompañamos en el vuelo de Roma hacia Santiago de Chile.

El Papa asomó por el pasadizo del avión una hora después de partir del aeropuerto de Fiumicino. Tras avisar a los presentes que el Roma-Santiago es el vuelo directo más largo que ofrece Alitalia (y por lo tanto, el más largo de los 22 que ha realizado en su pontificado), reconoció que conoce más a Chile que al Perú porque vivió ahí y tiene muchos amigos, mientras que en nuestro país solo ha estado dos o tres veces.

Dicho esto, dejó el micrófono y empezó a estrechar las manos de dos grupos marcadamente distintos. Por un lado, los primerizos, chilenos y peruanos, que componíamos un cuadro general de ansiedad y ojeras propias de quien se despertó más temprano de lo necesario. Y por otro, los más de 60 reporteros con residencia en Roma, relajados y bromistas, ya curtidos en estos viajes. Reporteros como Valentina Alazraki la corresponsal de Televisa que hoy sumó un récord de 141 vuelos papales. O Elisabetta Piqué de La Nación, cuyos hijos fueron bautizados por el propio Francisco, casada con Gerard O’Connell vaticanista irlandés que también viaja en el avión.

Escoltado por su coordinador de prensa y por un fotógrafo que disparaba flashes a ritmo de metralleta, Francisco avanzó por el pasadizo y se detuvo a conversar con todos. Ahí conoció a Ghiovani Hinojosa de La República, Armando Canchanya de RPP, Fátima Saldonid y el camarógrafo Miguel Ángel Huamán de TV Perú y Ricardo Cruzado de Sol TV de Trujillo. De ellos recibió un retablo, una imagen del Señor de los Milagros y hasta una cadena de oraciones y peticiones que lo emocionaron mucho.

Cuando dio la vuelta y se dirigió al segundo pasadizo ahí lo esperaba yo en el asiento 43 J. El último del avión. Tras presentarme le entregué la biografía de San Martín de Porres escrita por el historiador José Antonio del Busto.

-“Me dijeron que es devoto de San Martín…”

-“No tanto de él sino de la escoba. Porque cuando hay que limpiar gente que molesta, me encomiendo a la escoba y él los barre” [risas]

-También le entrego algunas ediciones del archivo histórico de El Comercio. Una sobre San Martín de Porres, otra de Santa Rosa, pero esta es especial. Le traje el periódico del 1 de abril de 1908, el día que se fundó su club San Lorenzo.

-“¡El del 8! ¡Gracias!” [El Papa leyó un momento la primera plana y luego volteó hacia Greg Burke, el portavoz del Vaticano y le dijo: “Guárdamela. Es importante”.]

Un hombre normal

Cada vez se hace más difícil sorprender al Papa con un regalo. Durante su viaje a Cuba un periodista de Telemundo le regaló su premio Emmy. María Antonieta Collins de Univisión le obsequió una caja de empanadas argentinas y Alazraki alguna vez le entregó la colección completa de Cantinflas. Durante este vuelo un periodista chileno le dijo: “Me muero de vergüenza porque no le he traído nada”. “¡Eso me gusta!”, le respondió el pontífice.

Viéndolo sonriente y amable, queda claro que Francisco nunca dejó de ser Jorge Bergoglio y ese es el secreto de su encanto. Un hombre de 81 años, al que le falta un riñón, que cuenta chistes y que según sus biógrafos alguna vez tuvo novia, jugaba billar, viajaba en metro y ponía el chupón del hijo de su hermana en un vaso de whisky para calmarlo. El representante de Dios en la Tierra es un tipo normal.

Rumbo al avión

A las 4:40 de la mañana, los reporteros en traje oscuro, como dicta la norma vaticana, ya pasábamos por los rigurosos controles de seguridad de un vuelo programado para las 8:30. Un mes antes, todos debimos reportar a la Santa Sede los equipos electrónicos que llevaríamos y el número de serie de cada aparato. Ningún equipaje sube al avión sin las etiquetas que el propio Vaticano proporciona a los periodistas.

Superado el escrutinio realizado por mujeres de la policía italiana y tras una larga espera, dos buses nos llevaron al avión que se divide en tres partes. En primera clase viaja el Papa junto a los cardenales de su séquito. Francisco siempre se ubica en el asiento 1 A, el de la ventanilla, que tiene al frente una imagen de la virgen de la Bonaria que lo ha acompañado en los 22 viajes de su pontificado. En la zona central va el personal de seguridad y en lo que vendría a ser la clase turista están los periodistas. Por cuestiones técnicas solo la radio y los camarógrafos tienen sitios asignados, los demás emprenden una carrera por el mejor asiento.

Como de costumbre, antes de viajar, Francisco visitó y se encomendó a la imagen de la Virgen Salus Populi Romani, la patrona de Roma, en la basílica de Santa María la Mayor. El Papa suele subir al avión cargando él mismo un maletín de cuero negro donde lleva una máquina de afeitar, un breviario, una agenda y un libro. El Boeing 777 es una nave exactamente igual a la que se usa en vuelos comerciales salvo a que en cada asiento está bordado el emblema pontificio con el lema: “Miserando atque eligendo” (Miró con misericordia y eligió). Símbolo que también se repite en el menú y en un folleto con la ruta que es entregado a cada pasajero.

Nos vemos el domingo

El próximo contacto directo con el Papa será en el vuelo que lo llevará de Lima a Roma. Ese es el momento más esperado por los periodistas porque en esas conferencias ha soltado frases como: “Quién soy yo para juzgarlos” (a los homosexuales), “Es lícito detener al agresor injusto” (en referencia a los bombardeos estadounidenses en Siria), “No se puede matar en nombre de Dios” (tras el ataque a “Charlie Hebdo”), “Todos los muros se derrumban” (dedicado a Trump) o “Para ser un buen católico no hay que tener hijos como conejos”.

Pero para eso habrá que esperar seis días en los que recorreremos Santiago, Temuco, Iquique, Lima, Puerto Maldonado y Trujillo. Hoy está previsto que el Papa visite La Moneda, ofrezca una misa en el Parque O’Higgins y recorra, por primera vez, una cárcel de mujeres. Se inicia así una nueva gira de Francisco a América, o como él dice, “el continente de la esperanza”.

DATOS

VOLANDO CON EL PAPA

Pablo VI inició la costumbre de saludar a los periodistas en el avión, pero las conferencias empezaron en 1979 durante el vuelo a México de Juan Pablo II.

Benedicto XVI optó por responder preguntas, pero estas debían ser reunidas días antes por el entonces portavoz del Vaticano, Federico Lombardi.

Francisco nombró al estadounidense Greg Burke, miembro numerario del Opus Dei, como portavoz del Vaticano y a la española Paloma García Ovejero como número dos.

Nunca antes una mujer ocupó un cargo tan alto en la Oficina de Prensa de la Santa Sede. “En el Evangelio, las primeras que anunciaron la resurrección fueron las mujeres”, apunta García Ovejero.

Monseñor Mauricio Rueda Beltz, nacido en Colombia, es quien organiza los viajes del Papa desde el 2016.

Juan Pablo II tiene el récord de viajes. Entre 1978 y el 2005 realizó 104 visitas.

Todos los vuelos papales están identificados con el mismo número: AZ 4000.

Los periodistas de la comitiva oficial deben vestir siempre saco y corbata y tienen que dormir en los hoteles asignados, así vivan en Lima o Santiago.

Cada vez que un Papa sobrevuela el espacio aéreo de un país durante sus viajes apostólicos, envía un telegrama de saludo a sus autoridades y a su pueblo.

Esta vez Francisco voló sobre Italia, Francia, España, Marruecos, Cabo Verde, Senegal, Brasil, Paraguay, Argentina y Chile.

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