Emmanuel Macron y Angela Merkel. (Reuters/ AFP)
Emmanuel Macron y Angela Merkel. (Reuters/ AFP)
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No hace mucho los sabelotodo de Europa, incluida yo, debatíamos sobre la posibilidad del colapso de la .

Después del Brexit podría venir el Nexit, Dexit y Frexit, pensamos, mientras una ola de escepticismo europeo se extendía por todo el continente.

Pero el shock ante el constante desorden político en Reino Unido tras el triunfo del Brexit, sumado a un sentido de incertidumbre en Europa provocado por la presidencia de Trump en Estados Unidos, han servido para consolidar la pertenencia a la UE de la mayoría de los países miembro.

Ahora la batalla no se centra en sobrevivir, sino en definir la dirección que la Unión Europea debería tomar. Y en nombre de quiénes.

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Había la suposición en Bruselas de que Angela Merkel y Emmanuel Macron, o M&M, como me gusta llamarlos, se convertirían en la pareja dorada de la UE, devolviéndole vida al motor franco-alemán de Europa y a la integración de la UE una vez que el dificultoso Reino Unido quedase fuera del camino.

Pero el palo en la rueda del vehículo de la UE viene de Europa Central y del llamado Grupo de Visegrado.

Este está compuesto por países antiguamente comunistas: Hungría, Polonia, Eslovaquia y República Checa, a los que se refieren también como el V4.

"Los chicos malos"

El ministro de relaciones exteriores húngaro me dijo una vez que se ven a sí mismos como "los chicos malos" de Europa, rechazando los edictos de Bruselas, como las cuotas de migrantes.

Pero euroescépticos no son. Las economías de estos cuatro países se han beneficiado enormemente de los subsidios de la UE.

Quizá llamarles escépticos de Bruselas sería una descripción más precisa. Con un grado de aversión común, aunque diferente, hacia la centralización de la UE.

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Los cuatro de Visegrado ciertamente no comparten la visión post Segunda Guerra Mundial de la Unión Europea amparada por las grandes potencias de Europa Occidental, como Alemania, Francia e Italia.

Los gobiernos de Hungría y Polonia han ocupado las primeras planas en los últimos meses por hacer caso omiso de las leyes, conferencias y tradiciones de la UE.

Su visión para Europa es una en la que el Estado nación es fuerte e independiente.

Choque de visiones

Agoston Mraz, director ejecutivo del Instituto Neozopont, patrocinado por el gobierno húngaro, me dijo que luchar contra los imperios es una tradición húngara.

Primero contra los turcos hace 500 años; luego contra el imperio austríaco; seguido de los nazis y de los comunistas en el siglo XX.

Ahora, señala Mraz, se resisten a los intentos de levantar un imperio europeo.

Cree que un choque de "eurovisiones" entre el V4 y los integracionistas de la UE es inevitable. Y que la visión del V4 sobre Europa está remontando.

A la UE le preocupa que la autodeclarada democracia iliberal del popular primer ministro húngaro, Viktor Orban, esté inspirando a otros

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Polonia, Rumania y Austria

Primero Polonia y ahora Rumania han sido castigados recientemente por Bruselas por sus intentos de comprometer la independencia de su poder judicial.

En Viena, mientras tanto, uno de los miembros del gobierno de coalición, el nacionalista y euroescéptico Partido de la Libertad (FPO), ha llamado a Austria a que se una al Grupo de Visegrado.

El nuevo canciller austríaco, el joven y astuto Sebastian Kurz, tiene a los eurócratas mordiéndose las uñas. Lo han señalado como la sorpresa en la baraja de cartas de la UE.

Con un político de centroderecha con un toque populista, nadie está seguro sobre dónde posará su sombrero.

Sus primeras visitas oficiales han sido escogidas minuciosamente, con estancias en las tradicionales capitales europeas: París, Berlín y Bruselas.

Pero esta semana recibió en Viena al primer ministro húngaro, Viktor Orban.

Se trató de una reunión entre "el político más peligroso de la UE" (Orban) y un líder "sin escrúpulos cuando se trata del poder" (Kurz), según el autor austríaco nacido en Hungría Paul Lendvai.

No solo extremos

En última instancia, sin embargo, el quiebre de visiones en la UE no es un asunto binario.

Solo basta con mirar a Dinamarca, Suecia y Holanda para notar que hay posturas matizadas entre los extremos Orban/Macron.

La salida de Reino Unido de la UE deja atrás un vacío importante, no solo en el presupuesto de la comunidad, sino también en términos de equilibro de poder.

No está claro aún quién llenará ese espacio, si los federalistas, los pragmáticos o los gobiernos más orientados al nacionalismo.

Mientras tanto, observo este nuevo capítulo de la UE con interés.

Por: Katya Adler, BBC

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