(Foto:Reuters)
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Redacción EC

Con una larga trayectoria política, esta abogada de 58 años, de carácter fuerte y decidido, que presume de muchos años de militancia peronista, se postula como la siguiente senadora de Buenos Aires.

Desde que recibió por primera vez la banda en el 2007, Cristina Elisabet Fernández ha sabido quitarse el sambenito de “esposa de” para consolidar su liderazgo, ejercer la soledad del poder con estilo propio y anular, casi literalmente, a la oposición.

CFK, como se la conoce en Argentina, ha batido varios récords: no sólo es la primera presidenta argentina que fue elegida en las urnas sino la primera mujer americana que asumió un segundo mandato presidencial.

Muchos dudaban de su futuro político tras la muerte de su esposo, pero la ex presidenta definió su estrategia y se rodeó de un reducido grupo de fieles colaboradores que, paradójicamente, son en su mayoría jóvenes tecnócratas sin relación con la vieja escuela peronista.

La muerte de Kirchner, su “compañero de vida y de militancia”, en sus propias palabras, dio origen al “cristinismo”, como se ha dado en llamar la adaptación del llamado “modelo K” al estilo de la presidenta.
De riguroso luto, Cristina se ha preocupado más, si cabe, su imagen pública desde que enviudó.

“Siempre tuvo mucha predisposición al cuidado de su imagen, a una coquetería casi exacerbada, poco vista en mujeres hoy en día, todo eso combinado con una autoexigencia intelectual que siempre llamaba la atención”, apunta la periodista Sandra Russo, autora de la biografía autorizada “La presidenta”.

Sigue “pintándose como una puerta”, como alguna vez ella misma ha comentado, y cuida en extremo indumentaria y complementos -sobre todo cinturones, zapatos y bolsos-, pero ha hecho importantes transformaciones de fondo y ha cambiado el tono de confrontación habitual en Néstor Kirchner por un mensaje conciliador que la ha ayudado a vencer resistencias.

“Yo estoy acostumbrada a situaciones de extrema presión y a no perder la calma. Tengo muy alto el umbral de la presión psíquica y muy bajo el umbral del dolor físico. Y ahora, con lo de Néstor, mucho más (…) Ahora tengo que hacerlo yo sola, pero las cosas me afectan menos, todo se relativiza, se adquiere otra dimensión”, reconoce la presidenta en el libro de Russo.

Cristina apuesta por apelar al corazón de los electores y mostrando una imagen más cercana, incluso frágil.

No en vano, como comentó el popular productor argentino Adrián Suar, Cristina es “histriónica” y tiene una notable “fibra dramática”.

Una “fibra” que acompaña de impecables puestas en escena, con intervenciones memorizadas, sin un solo papel, en las que evoca la figura de Kirchner -”con el dolor de una mujer pero la comprensión de una militante política”.

Con mano firme, ha retirado del camino a colaboradores molestos y ha apartado prudentemente de la primera línea a personajes cercanos pero polémicos.

Nacida en La Plata (provincia de Buenos Aires), Cristina conoció a Néstor en la universidad y, tras seis meses de noviazgo, se casó con él en 1975, cuando ambos coqueteaban con la militancia en las Juventudes Peronistas.

Tras el golpe de Estado que inauguró la dictadura militar, en 1976, la pareja se afincó en Río Gallegos, ciudad natal del ex presidente y donde reposan sus restos.

También en Río Gallegos nacieron sus hijos: Máximo, de 34 años, y Florencia, de 21, la “niña mimada” de Néstor, hoy asidua acompañante de la presidenta en sus viajes oficiales.

Fuente: EFE

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