Arequipa: Exhibirán cabellos de Juan Pablo II en la Catedral
Arequipa: Exhibirán cabellos de Juan Pablo II en la Catedral
Thalía Cadenas

A mediados de los ochentas, la sombra del terrorismo se expandía por el Perú. El país apenas se recuperaba de las devastadoras consecuencias que dejó el paso del Fenómeno del Niño en los años 1982 y 1983. La crisis económica ocasionada por la caída del precio de los minerales ya se empezaba a sentir en las mesas de los hogares. El sol acababa de ser reemplazado por el inti. La situación era muy difícil, muchos optaban por partir, nadie quería venir, excepto el papa Juan Pablo II.

Llegó a nuestro país la mañana del 1 de febrero de 1985 en un vuelo de Alitalia que lo trajo desde Venezuela. “¡Viva el papa!, ¡Viva el papa!”, gritaba la gente en el aeropuerto Jorge Chávez. Al bajar del avión, el pontífice besó el suelo ante la mirada de los presentes y de millones de peruanos que seguían la transmisión en vivo desde sus televisores. Juan Pablo II fue recibido por el presidente Fernando Belaunde y el arzobispo Juan Landázuri.

El máximo líder de la iglesia partió a Arequipa a la mañana siguiente. “Se abrieron las compuertas del avión y el papa nos bendijo a todos antes de bajar por las escalinatas. Estaba el cardenal Landázuri y el obispo de la ciudad”, recuerda Filiberto Pantigoso, el hombre que manejó uno de los papamóviles durante la visita de Juan Pablo II.

Don Filiberto, un ex policía de 75 años, cuenta a El Comercio que siente que siempre estuvo destinado para esta misión. Los factores que facilitaron su elección fueron dos: su legajo como suboficial y que tuviera un brevete de conductor profesional.

“También fue seleccionado mi colega Carlos Guayamares. Uno de nosotros tenía que estar en Lima y el otro en los recorridos que haría el papa en los departamentos de Arequipa y Piura”.

—Los papamóviles —

“Viajamos en un avión carguero de la Fuerza Aérea Peruana (FAP) hacia Venezuela para recoger los dos papamóviles y recibir una instrucción que duró tres días, la cual nos la dictaron policías de allá. Los colegas hicieron hincapié en el manejo de los frenos, la idea era que el papa no se golpee la cabeza con la urna”. En esa época Pantigoso tenía 43 años.

La tarea parecía sencilla; sin embargo, “los frenos de los vehículos eran muy precisos, apenas los pisabas el auto se detenía. Tuve que ser bastante meticuloso: medir la fuerza de mi pisada. Además, debía tener mucho cuidado de no hacer una mala maniobra”, continúa.

Luego de la instrucción, los policías peruanos se alistaban para colocar los papamóviles en la aeronave de la FAP y así partir al Perú, pero tuvieron un inconveniente: las ruedas de los autos eran muy altas y no entraban en el avión. “En ese momento pensamos que no íbamos a poder traerlos al Perú. Finalmente, solucionamos el problema bajándoles la presión a las llantas”, narra don Filiberto.

¿Cómo eran los papamóviles, qué características tenían? “Pues uno tenía aire acondicionado y el otro no. A mí me tocó el primero porque era verano y tenía que manejar en las ciudades de Arequipa y Piura, y en el distrito limeño de Villa el Salvador”.

—El esperado encuentro y la extrema seguridad—

“La ruta por donde se desplazaría el papa era secreta; sin embargo, la prensa filtró la información el mismo día en que llegó el pontífice. Nosotros [los choferes y el equipo de seguridad] viajamos a Arequipa cuatro días antes para estudiar la zona. Nos dijeron que si había un atentado, la prioridad era velar por la vida del papa. El Perú estaba ante los ojos del mundo. A Dios gracias no pasó nada”, precisa.

Don Filiberto se encontraba emocionado porque por fin conocería al santo padre. Los minutos parecían eternos cuando de pronto Juan Pablo II se subió al papamóvil. “Me miró y yo también. Me bendijo y yo le hice la señal de gracias. Tenía un rostro angelical, siempre estaba sonriendo. En ningún momento lo vi serio. Derrochaba bastante simpatía”, describe.

Al entonces suboficial de la Policía le habían dado la orden de que no haga ningún tipo de contacto con el papa para que no se vaya a distraer.

“En el asiento del copiloto, iba un agente de seguridad del Vaticano. Él era quien me indicaba si el papa quería que aumentara o bajara la velocidad. El máximo jefe de la Iglesia se comunicaba con él a través de señas. Mientras el papa iba saludando indicaba con sus dedos si quería que vayan a veinte o treinta kilómetros, dos dedos significaban veinte y tres, treinta. No quería que vaya rápido”, revela.

“Hubo un momento en el que la gente rompió el cerco en el afán de intentar tocar al santo padre y yo tenía la consigna de no frenar. Nos decían: ‘no se detengan, quienes se cruzan podrían estar haciendo eso adrede para que frenen y ataquen el vehículo de seguridad proporcionados por el Gobierno’”, recuerda también.

Juan Pablo II regaló a Filiberto este rosario y una medalla. También conserva su identificación como miembro de la seguridad del Papa. (Rolly Reyna / El Comercio)
Juan Pablo II regaló a Filiberto este rosario y una medalla. También conserva su identificación como miembro de la seguridad del Papa. (Rolly Reyna / El Comercio)

—Papa milagroso—

“Conocí a mi papá gracias a que conduje el papamóvil”.

El padre de don Filiberto luchó en la Guerra del 41, el conflicto armado que sostuvieron Perú y Ecuador en 1941. “Mi mamá había quedado embarazada. Cuando nací, en el 42, ya había culminado la guerra y los hombres regresaban a su hogares. Quienes no retornaban, habían muerto o estaban desaparecidos, lo que sucedió con mi papá. Mi madre y yo vivimos en Trujillo durante siete años y luego nos mudamos a Lima”.

“Toda mi vida creí que mi padre había fallecido; sin embargo, ocurrió un milagro: él me reconoció cuando leyó los periódicos. Luego me enteré por mis hermanos que él siempre me había buscado, siempre había intentado contactarse conmigo. Cuando supo que el papa iba hacia Piura, mi papá viajó, pero no pudo alcanzarme porque había demasiada seguridad, era imposible que pudiera acercarse. Lo importante es que más adelante nos reencontramos y fuimos inseparables hasta el año pasado que lamentablemente falleció”.

(Foto: Archivo Histórico de El Comercio)
(Foto: Archivo Histórico de El Comercio)

¿Cómo se sintió, tuvo miedo en algún momento?

Se trata de un momento inolvidable, la sensación aún perdura en mí. Me sentí y me siento aún privilegiado. Me bendijo por seis veces. Es indescriptible. Uno siente que está cerca de Dios. No tuve miedo porque el peso de la responsabilidad por la tarea que me habían encomendado [transportar al papa] era más fuerte.

Teniendo en cuenta la experiencia que usted vivió cerca del pontífice, ¿qué opina sobre su canonización?

Cuando el papa Juan Pablo II falleció yo dije que sería santo y se cumplió. Francisco lo canonizó, lo llevó a los altares. Yo ese día me amanecí. Viví ese momento como si hubiese estado en el Vaticano.

¿Qué le aconsejaría a quienes conducirán los papamóviles durante la visita de Francisco?

Que tengan fe y confianza en sí mismos.

—El papa de los récords—

►En 1978, Juan Pablo II se convirtió en el primer papa no italiano después de 455 años.

►Es conocido como el " papa viajero”: visitó 129 países durante su pontificado e hizo 146 visitas pastorales en Italia.

►Guió la Iglesia Católica por 26 años, 5 meses y 17 días, en uno de los pontificados más largos de la historia (el tercero después de Pío IX y el que tradicionalmente se le atribuye a san Pedro).

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