(Foto: EFE)
Agencia EFE

Desde el epicentro de la tragedia el panorama es desolador. San Juan Pilcaya, en el estado de Puebla, es el poblado más cercano al de magnitud 7,1 en la escala de Richter que sacudió el martes el centro del país y "ha quedado en ruinas".

Las viviendas de esta pequeña localidad de menos de mil habitantes no soportaron la sacudida, tampoco lo hizo la iglesia, la presidencia municipal ni el resto de inmuebles.

El 85 % de las estructuras de esta comunidad (ubicada en la mixteca de Puebla, a unos 189 kilómetros de la capital estatal) presenta daños.

"Fue algo muy horrible, el piso se movía y se movía, pensábamos que nunca iba a parar", señala Ema Cardoso Miranda a Efe mientras observa cómo una grúa saca de su casa el escombro junto con todas sus pertenencias hechas añicos.

El temblor le tocó mientras hacía la comida. Por suerte, tuvo tiempo de desalojar la casa y desde el patio vio como esta se venía abajo.

"Fue algo espantoso, nunca en mi vida había sentido un temblor tan fuerte. El piso se levantaba más de medio metro y se volvía a poner en su lugar, empezamos a gritar, a arrodillarnos y pedirle a Dios ayuda", dice aún conmocionada.

Ahora Emma vive con su familia en el patio de su casa. Un somier, una mesa y contados artículos personales es lo único que le queda a esta familia. En una tienda de campaña pasan la noche.

Su vivienda, ubicada en el centro de San Juan Pilcaya, será la primera en ser demolida. En el interior ya no queda nada, las paredes colapsaron y da gracias a Dios de que el temblor no fuera en la noche porque de ser así "estaríamos muertos", señala con alivio.

A pocos metros de la casa de Emma se encuentra la de Wilfredo Aragón. Las viviendas que no colapsaron tienen grietas y cuarteaduras en paredes y techos que erizan la piel de sus habitantes ante el posible hundimiento de sus hogares.

A Wilfredo le tocó vivir el sismo mientras recorría a caballo sus tierras de cultivo. "Después del temblor vine a ver a mi familia, lo primero que vimos fue la iglesia", señala a Efe.

La torre de la Parroquia de San Juan Bautista se fracturó por la mitad, las grietas llegan hasta la puerta de la iglesia. Todas las imágenes se encuentran en el patio delantero a la espera de su reubicación.

"Cuando llegué a la casa vi el desastre, tuvimos que desalojar, todas las habitaciones están agrietadas, ahora dormimos afuera, extendemos la cobija y dormimos donde podemos", narra.

San Juan Pilcaya, corazón del sismo, ha quedado en ruinas. En sus calles, el escombro revela la magnitud de la tragedia.

Casa tras casa la situación se repite, caos en su interior, acompañado de caras de tristeza e impotencia ante la impredecible fuerza de la naturaleza.

"Jamás imaginé que el epicentro hubiera sido en mi pueblo, mi pueblito ha quedado en ruinas", dice entre lágrimas Raquel Ariza Huertero, quien se encontraba en la biblioteca de Chiautla de Tapia vendiendo sus productos en el momento del sismo.

"Llegué a mi casa y sentí que me iba a morir", cuenta a Efe. Su vivienda será demolida. En el interior todavía se puede ver el caos que dejó el movimiento telúrico registrado el mismo día en que se cumplían 32 años de otro terremoto que marcó al país y dejó miles de muertos en la capital.

Ahora, como la mayoría de vecinos, vive con su familia en su patio con las pocas pertenencias que han podido rescatar. "Tenemos fe en Dios y esperamos que no se repita", expresa su esposo, Juan Morales Aguilar.

Por fortuna no hay muertes que lamentar en esta comunidad a causa del sismo. El hecho de que se ocurriera a las 13.14 hora local (18.14 GMT) ayudó a los pobladores, ya que la mayoría no se encontraban en sus casas.

La ayuda ya ha llegado a esta pequeña localidad. Víveres, ropa y agua son repartidos en el centro de la comunidad por voluntarios que han llegado de diferentes puntos del país.

Tras el terremoto, ahora son los pobladores de San Juan Pilcaya los que tiemblan al ver sus casas, calles e iglesias hechas pedazos.

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