"El autor desconoce que una alta tasa de “natalidad” empresarial es buena en la economía y que los países desarrollados se caracterizan por esto". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"El autor desconoce que una alta tasa de “natalidad” empresarial es buena en la economía y que los países desarrollados se caracterizan por esto". (Ilustración: Víctor Aguilar)
Nano Guerra García

Imagine un agricultor que dice: “Como mis papas no crecen, entonces riego mis árboles”. Es probable que con esa decisión, nuestro campesino, tiempo después, tenga sombra pero pase hambre. Esta es la lógica de en un artículo sobre el emprendimiento en el Perú, publicado en este Diario (, 15/6/2017).

Macera argumenta que el problema peruano es que hay muchos emprendedores, pero pocos exitosos. Pero el autor desconoce que una alta tasa de “natalidad” empresarial es buena en la economía y que los países desarrollados se caracterizan por esto y por tener un gran número de pequeñas y medianas empresas. Así es en Japón, Alemania y en Estados Unidos. Esto no es un problema, es más bien algo deseable.

Las preguntas deberían ser más bien cómo lograron ser exitosos con tanta adversidad en nuestro país, por qué en el Perú mueren demasiadas empresas y por qué tan pocas llegan a ser grandes. Aquí es donde requerimos el análisis de los economistas y el ingenio del gobierno.

Luego de esto, Macera concluye (no sabemos cómo) que esto es porque nuestros emprendimientos son por necesidad y no por opción. Hay que subrayarle que muchos de los emprendimientos exitosos en la historia han sido por necesidad y muy pocos por opción. Son, más bien, la única oportunidad para muchos peruanos.

Pero, además, que una empresa surja por vocación o por necesidad de su fundador es un dato irrelevante para el éxito de esta. Los negocios triunfan por su gestión y porque crecen en un medio adecuado.

Más adelante, el autor reflexiona que tomará décadas tener instituciones eficientes e innovación para tener productividad. Por ello, concluye que lo mejor es que apostemos por las empresas consolidadas (es decir, las grandes), indicando que su rendimiento es mayor que el de las pymes.

Sin embargo, se equivoca de nuevo. Las medianas empresas son productivas en el Perú, siendo el 0,2% representan el 3% de las ventas y el mayor número de empleo adecuado lo generan las mypes (INEI). Tener más empresas pequeñas y medianas es lo que necesitamos y su ausencia es lo que diferencia nuestra estructura productiva de la de los países competitivos.

Ya en el 2000 Fernando Villarán señalaba que es una debilidad para el sector privado y para nuestro sistema tener una estructura productiva con una ausencia relativa de pequeñas y medianas empresas.

Es crítico cuando las grandes empresas no cuentan con oferta de proveedores y de subcontratación, base para un desarrollo que no quiera descansar en monopolios, sino en una economía de competidores.

Lo que debemos hacer es apostar por el crecimiento de las medianas empresas en lugar de favorecer a grandes corporaciones que tienen ya respaldo para seguir su camino. Esta debería ser la conclusión de nuestros políticos, pero siempre hay alguien diciéndoles que la apuesta es por las corporaciones o por el estatismo.

Esto es grave si reflexionamos que el mercado peruano es creación de las pymes. El aumento de ingresos de los peruanos ha sido conseguido por millones que inventaron su trabajo. La gran demanda que se le quiere regalar a la gran empresa es una conquista de los emprendedores.

Por último, Macera afirma que hay que “romper la idealización del emprendedor peruano tradicional”, con lo que condena la innovación creadora. La salida es la contraria: hay que admirar a los que avanzan y escogen no ser empleados de otros.

Lo que hay que romper son los paradigmas contra el emprendimiento. Como escribió Richard Webb en este Diario, hay que desechar la idea que tienen muchos de que ser pequeño es ser improductivo. Aunque demore, reguemos las plantas que darán frutos… y sombra.