"La recesión de 2009 golpeó a la región después de unos años de fuerte crecimiento impulsado por los productos básicos que permitió que las políticas sociales efectivas fueran financiadas de manera responsable". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"La recesión de 2009 golpeó a la región después de unos años de fuerte crecimiento impulsado por los productos básicos que permitió que las políticas sociales efectivas fueran financiadas de manera responsable". (Ilustración: Víctor Aguilar)

La guerra comercial entre y China, junto con las señales de advertencia de una posible desaceleración en la economía global, han aumentado considerablemente las posibilidades de que el mundo entre en . Si bien casi todos los países se verán afectados, la debilidad económica de larga data y el estado frágil de sus instituciones políticas significan que una potencial recesión golpeará desproporcionadamente a .

Las economías más grandes del mundo deberían trabajar juntas para coordinar las políticas antes de que estalle la tormenta. El conflicto del presidente Trump con Beijing debe resolverse, archivarse o posponerse para evitar que se intensifique innecesariamente una recesión.

Esto es lo que enfrenta la región.

La economía de Venezuela explotó mucho antes de que aparecieran signos de una posible recesión en los Estados Unidos, pero los precios más bajos del petróleo empeorarán las cosas. Más de cuatro millones de venezolanos han huido del país. El número podría aumentar a seis millones si las condiciones económicas se agravan.

Una recesión internacional también podría exacerbar la actual crisis económica de Argentina y conducir a otro default, como en 2001. La inflación se ha disparado al 54 por ciento, las tasas de interés aún más y el peso se ha depreciado un 30 por ciento desde que las elecciones primarias del mes pasado casi garantizaron una victoria para el candidato peronista de centro izquierda en las elecciones presidenciales de octubre. El precio de la soya –la principal exportación del país– se ha reducido a la mitad de su pico máximo de mediados de 2012. El apoyo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y los mercados podrían ser mucho más complicados de asegurar en este contexto.

Los países del llamado Triángulo Norte de Centroamérica –Guatemala, Honduras y El Salvador– continúan plagados de violencia, inestabilidad política, corrupción y debilidad institucional. Su modesto crecimiento económico depende en gran medida de las exportaciones de productos básicos y las remesas de los emigrantes en los Estados Unidos. Junto con la política de inmigración inhumana y chovinista de Trump, una recesión en los Estados Unidos provocaría despidos, retornos forzosos y una disminución de las remesas. Esto a su vez podría traducirse en más migración y más violencia.

Brasil y México completan esta historia de aflicción regional. Los nuevos presidentes de los dos países son polos opuestos ideológicamente, pero, curiosamente, se parecen entre sí en su deslumbrante falta de respeto por la verdad y las instituciones.

Brasil no se ha recuperado de la recesión que se prolongó de 2016 a 2018. El FMI pronostica un crecimiento de menos del 1 por ciento este año; la lentitud del mayor socio comercial del país, China, afectará significativamente el desempeño económico. Brasil ha destituido a dos presidentes en los últimos treinta años, encarceló a un expresidente y actualmente está investigando a otro. Los problemas políticos que ha experimentado el país en los últimos años, y la aversión del presidente Jair Bolsonaro a las instituciones democráticas y al Estado de derecho podrían generar serios conflictos políticos.

Bolsonaro ha peleado con el presidente Emmanuel Macron de Francia, el Grupo de los Siete y la comunidad internacional por los incendios que se desatan en el Amazonas; su administración está sumida en escándalos y su popularidad se ha desplomado. Las instituciones democráticas de Brasil están amenazadas: el hijo del presidente, Carlos, dijo la semana pasada que los cambios que Brasil necesita no pueden lograrse democráticamente. Una recesión mundial podría causar estragos en la frágil democracia del país.

México está al borde de una recesión –el crecimiento fue cero durante el primer semestre del año– y es el país más afectado por los problemas económicos que enfrenta Estados Unidos. Al igual que su homólogo brasileño, el presidente Andrés Manuel López Obrador no respeta las instituciones y tiene una racha autoritaria.

A diferencia de Bolsonaro, sigue siendo muy popular y está llevando a cabo programas sociales ambiciosos que podrían mantener su posición en las encuestas, a pesar de la descarada incompetencia de su administración y su pésimo desempeño. Pero una recesión en los Estados Unidos probablemente condenará estos programas sociales. Dependen de mayores ingresos del Gobierno, que solo pueden provenir del crecimiento y los precios más altos del petróleo. Tampoco es probable.

Una encuesta de Gallup de 2018 mostró que un tercio de todos los latinoamericanos emigraría si tuviera la opción, la mayor cantidad en años y la mayor en el mundo hoy. El débil crecimiento económico, la inestabilidad política, la pobreza, la desigualdad, el crimen y la violencia son endémicos en casi todas las naciones al sur del río Grande. Con la excepción de un breve período entre 2006 y 2013, sin incluir la Gran Recesión de 2009, América Latina ha estado plagada de crímenes y un lento crecimiento económico.

Pero una recesión en la economía mundial esta vez empeorará las cosas. La recesión de 2009 golpeó a la región después de unos años de fuerte crecimiento impulsado por los productos básicos que permitió que las políticas sociales efectivas fueran financiadas de manera responsable. La violencia, aunque mayor que en otros lugares, estaba bajo control relativo. La corrupción fue generalizada, aunque no tan abierta como lo es ahora. La región emergió ilesa en gran medida por esa recesión. Las circunstancias de hoy son muy diferentes.

El Grupo de los Siete debería trabajar en conjunto para garantizar una desaceleración breve, en el caso de que no se pudiera evitar. No hay mucho margen de maniobra en el lado de la política monetaria. Excepto en los Estados Unidos, las tasas de interés no pueden bajar mucho e incluso en Washington el espacio para relajarse es limitado. En el aspecto fiscal, quizás haya más espacio para los enfoques anticíclicos, aunque el miedo y los prejuicios a menudo se interponen en el camino.

Y no solo América Latina tiene problemas. Europa tiene ‘brexit’, China tiene Hong Kong, Estados Unidos tiene a Trump. No obstante, la política siempre es posible, aunque solo sea en los márgenes. El hecho más importante que deben tener en cuenta los líderes de los países ricos es que, si bien las instituciones de sus naciones pueden resistir un nuevo episodio de dificultades económicas, no todos pueden hacerlo. Existen fuertes razones políticas para elegir las medidas económicas correctas.

–Editado–
© The New York Times