Una falsa evolución, por Pedro Suárez-Vértiz
Una falsa evolución, por Pedro Suárez-Vértiz
Pedro Suárez Vértiz

Pareciera que hoy ya nada es malo. Estados Unidos, bajo su premisa de que es la tierra de la libertad, se ha llenado de pornografía y rock suicida. ¿Cómo empezó esto? Somos una raza nueva. Hay una famosa analogía muy usada en colegios y universidades para explicar cuán joven es el ser humano en la tierra: “Imagínense que la línea de tiempo del universo estuviera reducida a la escala de un año. Así la creación sería el 1 de enero a las 00:00 horas y hoy estaríamos el 31 de diciembre a las 23:59. Relativamente hablando, la raza humana y toda su historia como la conocemos, habría empezado hace apenas cuatro segundos”. Somos, entonces, una especie muy nueva que en esta breve estancia ha evolucionado increíblemente por sobre las demás especies terrestres.

Pero hoy esa evolución está siendo más virtual que real. Cuando uno piensa en las ideas y costumbres que teníamos los humanos hace solo 100 años o menos, nos parecen prehistóricas. El simple hecho de que hace unas cuantas décadas las mujeres no votaban hoy suena absurdo. El pensamiento contemporáneo está cambiando muy rápidamente. La cultura humana se ha universalizado tan poderosamente, que la democratización de los diferentes gustos y opciones ya es una ley. Pero en esa nueva democracia se cuela y universaliza también la confusión entre el bien y el mal. Lo real y lo irreal. En lo laboral sí hay avance.

El afán por romper el esquema clásico y desafiar las reglas predeterminadas por la sociedad es algo que ya no se considera rebelde, sino creativo. Cuando aparecieron las primeras tendencias vanguardistas en el arte en la segunda mitad del siglo XX, eran consideradas movimientos rebeldes. Muchos artistas expresaban así lo que no se aceptaba socialmente. El pensamiento antiguo estaba muy ligado a una estricta diferenciación entre lo que está bien y lo que no, y esto era enteramente plantado por la sociedad misma. Lo feo y lo bello ahora se complementan.

Hoy en la televisión tenemos reality shows sobre temas tan disparatados como Jackass–antiguo ya–, el cual trata de unos jóvenes que no conocen mejor manera de pasar el tiempo que golpeándose ellos mismos y haciendo cosas asquerosas. También programas sobre niñas de 14 años que quedan embarazadas. Las acciones que vemos en estos ejemplos sin duda estarían censuradas por la sociedad. Hoy, en plena globalización, ya no.

Ahora los humanos aprendemos a aceptar cosas distintas porque ‘la apertura’ es lo considerado correcto. Con la música pasa lo mismo, los géneros musicales de hoy son totalmente ajenos a los principios básicos que se mostraban antiguamente. Hay géneros de electrónica que ya ni usan instrumento alguno. Son puros sonidos digitales editados y puestos en una progresión lineal con un patrón rítmico, y eso se vuelve algo aceptado por una minoría y respetado por la mayoría.

Hoy cualquier cosa es considerada arte porque los límites ya están sobrepasados. Desde un punto de vista positivo, hay oportunidad para más personas con ganas de crear algo propio. Los estilos son infinitos y con cada artista nace uno nuevo. Lo bueno: en el presente todos pueden inventar lo suyo. Lo malo: nos arriesgamos a que exista un choque de ideas fuerte porque se exigen derechos y no hay espacio para todos.

En lo social no creo que haya real evolución. Estamos avanzando rápido. Pronto el pensamiento que compartiremos los humanos será totalmente diferente. Tanta información satura. Rebalsa la realidad personal. Hoy la tecnología te vende herramientas para solucionar los problemas que ella misma te genera. La globalización ha mejorado las relaciones lejanas, pero ha empeorado las cercanas. De pronto el Internet ha creado trabajo pero por otro lado ha llevado a la humanidad a un posible castillo de naipes: su primera etapa virtual.

Esta columna fue publicada el 4 de marzo del 2017 en la revista Somos.