El gal(l)o del siglo XXI, por Fabrice Mauriès
El gal(l)o del siglo XXI, por Fabrice Mauriès
Fabrice Mauriès

Difícil resumir en una sola columna un tema como Francia, tal como ha sido descrito por Rolando Arellano (El Comercio del 11 de julio) de manera afectuosa, pero también un poco severa. Sin embargo, trataré de hacerlo.

Comencemos por el punto más simple: el francés arrogante y poco amable. Algunos mozos de los cafés parisinos a veces son, efectivamente, poco corteses; lo mismo podemos decir de ciertos choferes de taxi. Pero si generalizamos, ¿por qué 80 millones de turistas visitan cada año París y Francia, y por qué cientos de miles de europeos desean terminar sus días en el Périgord o en la Costa Azul?

Otro reproche, bastante incierto: los franceses son chauvinistas. Cuando se trata de animar a su equipo de fútbol, compuesto mayormente por hijos de inmigrantes africanos, polacos e inclusive portugueses, ciertamente. También podemos encontrar cierto nacionalismo en un partido político que se reivindica como tal, pero que nunca llegó al poder, ni él ni sus ancestros, por la vía democrática. Muy aparte, ¿dónde diablos se ha metido entonces el nacionalismo en la Francia del 2016 mientras que los franceses que residen en el extranjero son más numerosos que nunca, que sus amigos más cercanos son los alemanes, y que sus empresas se han mundializado?

Me centro en lo esencial: la misma cantaleta de un país maravilloso que no quiere trabajar más para tener tiempo de aprovechar las bellezas (y los quesos) que un clima temperado y una historia multisecular han dejado para deleite de sus habitantes. Bueno, un país museo que, como dicen los franceses, “se la coule douce” (“lo pasa muy bien”) deprimiéndose al leer las novelas de Michel Houellebecq.

Un vistazo al sitio de la OCDE y constatamos que el trabajador francés labora anualmente más (1.482 horas) que el alemán (1.371) o el holandés (1.412); los tres, en cambio, trabajan bastante menos que el griego y que muchos otros (2.042 horas al año). ¿Conclusión? ¿Que el ocio o el desempleo son sinónimos de prosperidad económica? Evidentemente esto sería absurdo. Pero no deduzcamos por ello que los franceses no quieren trabajar más para consagrarse “al arte o a la cocina”.

Falta mencionar a las huelgas y las luchas sociales. Nos gustaría decir que son numerosas en Europa del norte y que, por otro lado, los sindicatos allá son más poderosos que en Francia, pero es la reputación que tenemos. Estas dificultades son reales, son consecuencia de la delicada adaptación de la sociedad francesa y de su Estado-providencia, así como otras muchas sociedades europeas a la mundialización que, contrariamente a la del siglo XIX, es soportada por Europa y no impuesta por ella. Estas dificultades a veces se traducen en Francia mediante huelgas, a menudo del transporte público. Por supuesto que es una molestia para el turista extranjero como para el trabajador francés. Pero el metro parisino –uno de los más eficaces del mundo– siempre termina por ponerse nuevamente en marcha y es cuando uno se percata de que Francia ha cambiado. ¿Quién sabe hoy en día que numerosos sectores otrora públicos (telecomunicaciones, banca, energía, transporte) son liberalizados y que en educación o en salud, el sector privado juega un rol importante y, además, indispensable?

Los franceses no son ni locos ni razonables; son contradictorios, escépticos y complejos, como todos los pueblos del mundo. Que ciertas élites francesas hayan preferido después de los Lumières elaborar, contra la superstición de los clérigos y la injusticia de las castas, un programa universal de este racionalismo y de estas dudas es un motivo de orgullo que Francia conmemora cada año el 14 de julio. Por supuesto que Francia está aún lejos, desafortunadamente, de haber hecho realidad la libertad, la igualdad y la fraternidad. Por otro lado, ¿no es utópico? Como le contestó el chino Zhou En Lai a André Malraux, cuando le preguntó lo que pensaba sobre la Revolución Francesa: “Es muy pronto para decirlo”. Sí, me olvidaba, también nos gusta reír, y casi siempre, a nuestras expensas. Feliz 14 de julio a todos.