(Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
(Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
Christian Mesía

La reciente sorprendió a muchos por deberse no a una clásica protesta sindical, sino por contar con afluencia masiva de público. Una crisis de crecimiento desbordó al personal y las instalaciones del museo, el mismo que se ha convertido en la joya de la corona del turismo francés, con una afluencia de 10 millones de personas al año; los trabajadores exigieron una disminución del aforo, a fin de proteger el incalculable patrimonio de arte e historia mundial que alberga el viejo museo de Napoleón.

En el Perú, el (más conocido como MNAAHP o ) es el museo con más afluencia, con casi 180 mil visitantes al año (muy lejos del Louvre, es cierto, pero el Perú también está muy lejos de los 83 millones de turistas que recibe Francia anualmente), desplazando por primera vez en una década al Museo Tumbas Reales de Sipán. Vendría a ser nuestra joya de la corona de los museos, además de ser el más antiguo, pues fue creado en 1822 por don José de San Martín.  Lamentablemente, esta joya acaba de anunciar que cerrará por dos años, debido a la necesidad de una remodelación integral del viejo edificio de inicios del siglo XX y del área conocida como la Quinta del Libertador, residencia de verano del virrey Pezuela y morada de don José de San Martín y Simón Bolívar.

Con tarifas de S/15 por persona adulta y S/2 para escolares, el Museo Nacional ha venido siendo un baluarte de la cultura y turismo en la ciudad de Lima, brindado accesibilidad e inclusión a quienes no tienen mayores recursos económicos. Por ello, principalmente, preocupa que Lima se quede sin uno de sus principales destinos turísticos y culturales por dos años; sin embargo, la situación es inevitable, el viejo museo de Julio C. Tello ya no da más en infraestructura y eso lo sabemos todos los involucrados en el sector, mucho antes de la caída del techo de una de las salas de exposición temporal, la cual felizmente no estaba abierta al público. Entonces la renovación es inevitable. El cierre temporal, no. Hay opciones.

La renovación de la infraestructura de los museos no es algo que la gestión de grandes museos no conozca. Un modo de afrontarlo fue el de China: en el 2007 su Museo Nacional cerró por tres años, renovándose la infraestructura y la museografía, siendo reinaugurado con una magnífica exposición de 180 objetos procedentes curiosamente del Museo Nacional, en el 2011. Otro modo es el alemán: actualmente el Museo Pérgamo (conocido también como el Museo de Berlín, con una afluencia de más de un millón de visitantes al año) se encuentra en renovación y será reabierto completamente en el 2025, pasando por diversas etapas de modificación, a fin de no cerrar íntegramente. Son dos alternativas a un mismo problema: la necesidad de renovarse y salvaguardar la integridad del público y del patrimonio que se conserva. Ambas alternativas tienen sus pros y sus contras: una permite un trabajo rápido en la renovación; la otra, un trabajo lento, con un museo en funciones. Antes de decidir por una vía u otra, vale la pena preguntarse, ¿qué es lo mejor para la seguridad de las personas y el patrimonio en el caso peruano?

La situación del Museo Nacional se pudo haber solucionado hace algún tiempo, de haberse continuado con el proyecto de renovación integral iniciado en el 2013, el cual fue cerrado al año siguiente, a fin de dirigir los recursos al Museo Nacional de Arqueología, más conocido como MUNA, caso que es un claro ejemplo del viejo dicho de “desvestir un santo para vestir otro”. Ese mal ya está hecho. Sin embargo, la oportunidad no se hubiera perdido del todo si se hubiese optado por lo que hizo el Louvre: ampliar su oferta de servicios apostando por la descentralización de su sede, abriendo un museo satélite (en su caso, el Lens, a 200 km al norte de París) y desarrollando una franquicia (como la del Louvre en Abu Dabi, en los Emiratos Árabes Unidos) en regiones y exposiciones itinerantes en el extranjero. Las soluciones no están lejos: basta ver a los líderes para saber qué caminos seguir.

*El autor fue director del Museo Nacional de Pueblo Libre entre los años 2009 y 2010.