Reformas policiales que fracasan, por Nathalie Alvarado
Reformas policiales que fracasan, por Nathalie Alvarado
Nathalie Alvarado

Cada año mueren casi 135.000 personas asesinadas en América Latina y el Caribe. La tasa de homicidios en la región es cuatro veces mayor al promedio mundial y representa una tragedia humana dolorosa para miles de familias. Y la delincuencia impacta a muchos más. Según encuestas recientes, uno de cada cinco latinoamericanos ha reportado ser víctima de robo en el último año. 

La solución requiere actuar sobre muchos frentes pero hay una prioridad: el buen funcionamiento de las instituciones de seguridad. Y de estas, la evidencia demuestra que mejoras en la policía han contribuido en el corto plazo a la reducción de índices de violencia. 

Hoy, muchas fuerzas policiales tienen un problema de credibilidad. Menos del 40% de latinoamericanos confía en su policía, frente a un 65% en Europa, según Latinobarómetro. 

La pérdida de credibilidad de la policía ha contribuido a que algunos países opten por promover la militarización de las tareas policiales y mantener estructuras institucionales jerárquicas, muchas veces enfocadas en acciones reactivas más que preventivas. También ha fomentado la privatización de los servicios de seguridad. El ratio entre guardias privados y policías en países desarrollados es de 2 a 1, mientras que en algunos países de la región es de 11 a 1. Este sistema paralelo representa riesgos inevitables.

Durante los últimos 20 años, se han invertido cantidades importantes de recursos financieros, políticos y humanos en reformar a la policía en la región. Sin embargo, muchas de estas reformas han fracasado por falta de apoyo político, de recursos o por resistencias internas al cambio. 

Pero es equivocado plantear una reforma policial solo en términos de mayores recursos o más policías. En el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) hemos acompañado alrededor de 20 procesos de reforma y fortalecimiento para cuerpos de policía. Y con este trabajo hemos aprendido que, si bien cada contexto es único, hay elementos comunes en los casos exitosos. 

Un primer elemento es un apoyo político constante al más alto nivel que pueda construir un consenso ciudadano sobre qué tipo de policía quiere una sociedad. Y debe ir acompañado por un liderazgo dentro de los rangos policiales. Este ha sido un punto destacado en mis conversaciones con líderes de reformas policiales de los últimos años. 

Un segundo elemento es la mejora del capital humano. Una sociedad tiene que invertir en sus policías para demostrar que son valorados, que nos importa su propia seguridad, sus condiciones laborales y sus carreras. Honduras, por ejemplo, está cambiando el perfil de su policía mediante un proceso de depuración y la llegada de 2.800 nuevos graduados con un currículo más exigente. Todo esto acompañado de la renovación y mejora de la tecnología policial, infraestructura universitaria de primer nivel y mejoras salariales. Esto está ayudando a reducir la tasa de homicidios del país.

En tercer lugar, se debe contar con información estadística y análisis criminal de calidad. Estudios rigurosos en Estados Unidos, Reino Unido y nuestros revelan que estrategias de patrullaje enfocado en áreas de alta criminalidad o estrategias basadas en solucionar problemas han logrado reducir determinados delitos. 

Ejemplos destacados son el Plan Cuadrante de Carabineros, en Chile, y el Plan Nacional de Vigilancia Comunitaria por Cuadrantes, en Colombia, y el sistema David en Ecuador.

Finalmente, es necesario tener efectivos mecanismos de rendición de cuentas sobre el uso de recursos, procedimientos y resultados. Como sabemos, la policía tiene como misión no solo prevenir y controlar la delincuencia. Debe proteger a las personas. Su objetivo central es estar al servicio de la comunidad y, por lo tanto, su labor debería estar sujeta a supervisión. 

Mejores policías, entonces, no son policías más militarizados. Son policías que saben trabajar con la ciudadanía para prevenir la violencia y que son valorados por su trabajo. Hay que dignificar a los policías y darles las herramientas para hacer su trabajo de manera inteligente.