Richard Thaler
Richard Thaler
Guillermo Cabieses

¿Por qué la gente fuma? ¿Por qué no ahorra para su vejez? ¿Compra garantías para productos nuevos que rara vez utilizará? ¿Come comida chatarra? ¿Por qué, en buena cuenta, la gente hace cosas que le perjudica?

Richard Thaler, que acaba de ganar el Premio Nobel de Economía, sostiene que el problema se origina en la racionalidad limitada de los seres humanos. En sus procesos mentales, explica el profesor de Chicago, las personas separan los efectos pequeños e inmediatos de una acción de los efectos agregados y de largo plazo de la misma.

La gente no tiene control de sí misma muchas veces, según su teoría. No puede resistirse a las tentaciones del placer efímero, aunque sepan que es a costa de un beneficio en el futuro. En su concepto, la gente no entiende que, como decían las abuelas sobre el chocolate, “un minuto en la boca es una vida en cintura”.

Thaler cuestiona la racionalidad de la que parte el análisis económico tradicional. Insiste en que muchas veces la gente es, simplemente, irracional.

Gran parte de su trabajo está dedicado a tratar de demostrar que hay ciertas circunstancias en las que las personas no procesan la información de manera correcta y responden de forma distinta a la misma pregunta si es formulada de diferente manera. Más aún, para él, hay ciertos casos en los que las personas se comportan sistemáticamente de manera contraria a su propio beneficio. Estos estudios le han valido el premio Nobel.

Thaler y sus seguidores sostienen que la gente se comporta irracionalmente cuando come comida chatarra o fuma un cigarrillo, a pesar de que está demostrado el daño a la salud. También es irracional, según él, quien no adquiere un plan de pensiones para su vejez o decide no donar sus órganos luego de su muerte.

Thaler quiere remediar estos males de la gente defectuosa dándole un empujoncito (‘nudge’) en la dirección correcta. Es, sin duda, una forma de intervencionismo. Mediante ciertos cambios en las reglas de inicio pueden incentivarse los comportamientos deseados. La regla base, para él, debería ser la donación de órganos después de muerto; si alguien no quisiera donar, podría optar por ello. La comida chatarra debe estar en los lugares más escondidos de los supermercados, para que sea mayor el esfuerzo de comprarla. Si alguien no manifiesta su voluntad de tener un fondo de pensiones, se debe considerar que sí quiere uno.

Esta clase de intervencionismo, por su levedad, ha sido bautizado por Thaler como “paternalismo libertario”.

Sin embargo, Thaler comente un error. El paternalismo libertario es una contracción en los términos. Es intervencionismo puro y duro. Parte de considerar que la gente es irracional porque no toma las decisiones que a determinado grupo de personas les parecen deseables.

Alguien que haya decidido no ahorrar en un fondo de pensiones implica necesariamente ha decidido no ahorrar para su vejez. Podría ser que prefiera hacerlo de otra manera, mediante la compra de inmuebles, la inversión en capital humano de sus hijos o de cualquier otra forma.

Si las personas son realmente irracionales, como dice Thaler, ¿qué nos asegura que los que diseñan las reglas no lo sean? ¿Qué nos asegura que sus “empujones”, lejos de ayudarnos a ser mejores, nos esclavicen a sus gustos y apreciaciones, privándonos de nuestros gustos y nuestras apreciaciones?

La teoría no solo es teóricamente arbitraria, sino que contiene un peligro para la libertad de elección de las personas. ¡Cuidado!