Unidad y respeto, por Marisol Pérez Tello
Unidad y respeto, por Marisol Pérez Tello
Marisol Pérez Tello

El Perú demanda serenidad y templanza. Agotada la discusión, la unidad deberá ser el signo del próximo quinquenio si queremos evitar que la inseguridad ciudadana –la delincuencia organizada, el terrorismo y el narcotráfico– provoquen el colapso de nuestro Estado de derecho.

Esta vez, la segunda vuelta ha dejado un margen que, por prudencia, nos obliga a esperar los resultados oficiales, sobre todo terminada una campaña inédita marcada por las diatribas y los excesos. Nuestro virtual presidente tiene un reto mayor a haber ganado las elecciones, uno que no admite cansancio ni tregua: reconciliar a un país quebrado.

El mensaje ha sido claro: una mayoría importante en el Parlamento para Keiko, quien deberá reinventar un movimiento político que representa para un porcentaje no menos importante del país la corrupción y la impunidad, frente a graves violaciones de derechos humanos.

Keiko Fujimori afirmó en el último debate presidencial que existían capítulos de nuestra historia que no deberían repetirse. Este reconocimiento es, sin lugar a dudas, un avance alentador, aunque incompleto. Sin un acto de contrición cargado de memoria, justicia y verdad, toda reflexión sobre el pasado quedará inconclusa. Independientemente del resultado, eso deberá verse reflejado en los votos y proyectos de su grupo parlamentario.

Por otro lado, no han sido pocos los ataques y calificativos que trascendieron la arena política y alcanzaron nuestros hogares y todo espacio de intimidad. Estas circunstancias exigen que Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski estimen el porcentaje de votos obtenido por su opositor como una oportunidad de tender puentes programáticos. 

Asimismo, el porcentaje de votos representado de manera pacífica pero militante por el colectivo No a Keiko se mantendrá vigilante y cauteloso. Por ello hay que darle garantías de democracia y respeto a los derechos humanos en cada acto de gobierno.

Lo que venga el próximo quinquenio será una interrogante. Aspiro a que la mayoría parlamentaria no sea una instancia que sofoque los derechos y libertades, que los poderes fácticos ponderen la gobernabilidad antes que sus intereses y que el o la  presidente que dejará la posta en el bicentenario sea capaz de entregar un país reconciliado.

¿A qué signos tenemos que estar atentos? Con una mayoría parlamentaria significativa cada delegación de facultades, herramienta de control político o comisión investigadora constituye una oportunidad para medir los avances y franquear los retos existentes, pero, sobre todo, para proyectar las conductas que nos exige la historia en el marco de un proyecto de alcance nacional y no uno marcado por el caudillismo o el oportunismo.

La elección del defensor del Pueblo, el magistrado del Tribunal Constitucional y el contralor de la República será vital por lo que implica la defensa de los derechos humanos, el Estado de derecho y el manejo del gasto público. Tareas que deben cumplirse sin temor ni temblor.

El o la presidente elegido –que conoceremos en definitiva en las próximas horas– será el de todos los peruanos y peruanas, y deberá tener presente qué capítulos de nuestra historia no deberán repetirse y actuar en consecuencia.

La discusión ha terminado. Los ajustados resultados demandan sensatez en este momento y deberán ser aceptados. Una nueva hora para el Perú ha iniciado. Una hora que exige unidad y respeto.