Adiós, socialismo; adiós, Europa, por Santiago Roncagliolo
Adiós, socialismo; adiós, Europa, por Santiago Roncagliolo
Santiago Roncagliolo

Fue solo un susto. Pero uno grande. Las de la semana pasada parecían en manos del partido ultraderechista PVV, de , que llegó a liderar varias encuestas. Wilders, un nacionalista tan intenso como su melena rubia, es hostil a todo lo que no sea folclóricamente holandés. No solo le disgustan los árabes. Tampoco le hacen gracia los demás europeos. Propone cerrar las mezquitas, prohibir el Corán y abandonar la (UE). Después del ‘brexit’ y de la elección de , su victoria habría sellado la deriva populista de Occidente.

Al final, el PVV “solo” alcanzó el segundo lugar. Pero no puede quejarse: mucho peor le fue a la centroizquierda. Los socialistas radicales perdieron 28 escaños, así como su posición de alternativa de gobierno. 

En realidad, Wilders no ha perdido: ha ganado el liderazgo de la oposición, sobre el cadáver del socialismo.

A un mes de sus propias elecciones, promete más de lo mismo: la Wilders gala es , una purasangre de la ultra, antiinmigración y antieuro, cuyo padre considera el holocausto judío como un simple “detalle” de la Segunda Guerra Mundial. Durante la campaña, los guardaespaldas de Le Pen han llegado a golpear a un periodista por hacer una pregunta incómoda, lo cual da una idea de sus instintos. Sin embargo, la candidata lidera muchas encuestas.

Mientras tanto, los socialistas... Bueno, ni siquiera está claro quiénes son exactamente.

En teoría, es socialista el candidato del Partido Socialista, Benoit Hamon. Pero una parte de sus compañeros lo encuentra demasiado izquierdista y su candidatura ha sufrido la deserción de figuras históricas. Era socialista también Jean-Luc Mélenchon, pero abandonó ese partido y ahora lidera el movimiento radical Francia Insumisa. Incluso fue ministro socialista Emmanuel Macron, hoy candidato independiente con programa de centro. Si todos ellos se mantuvieran juntos, tendrían las elecciones aseguradas. Pero, ¿es que podrían estar de acuerdo? 

La dislexia de la centroizquierda se extiende por toda Europa. En un país como , sin la amenaza de la ultraderecha, al Partido Socialista le va igual de mal. El año pasado, tras una serie de catastróficos resultados electorales, una sublevación interna defenestró al secretario general. Para evitar unas nuevas elecciones, que habrían sido suicidas, sus diputados hicieron de tripas corazón y apoyaron el gobierno... de la derecha. Bueno, casi todos sus diputados, porque el partido ni siquiera fue capaz de ponerse de acuerdo en eso.

Mañana, 25 de marzo, la UE cumple sesenta años. En ella, a diferencia de la Europa del Este, el socialismo renunció al marxismo y abrazó el libre mercado. La idea funcionó mientras se expandía la economía, porque el crecimiento permitía financiar los costosos servicios sociales. Y durante décadas, la UE fue el mayor ejemplo mundial de libertad, prosperidad y bienestar. Hasta que la última crisis financiera dejó a las clases trabajadoras sin trabajo. Y cuando esas clases voltearon a buscar a sus partidos socialistas, no encontraron nada diferente de la derecha.

Hoy, el socialismo europeo vive un conflicto de identidad entre su origen de clase y su último medio siglo de historia. Y la izquierda más extrema tiende a disgregarse en un cúmulo de causas legítimas –ecología, LGTBI, maltrato animal–, pero lejanas de las preocupaciones cotidianas de los trabajadores. Alguien debe capitalizar el descontento. Y ahí están Wilders o Le Pen.

La ultraderecha europea llena el abismo que deja el derrumbe de una socialdemocracia confusa y asustada. Y amenaza con tumbar en pleno el sistema político. Si el socialismo europeo no consigue redefinirse, el de mañana será uno de los últimos aniversarios de Europa.