(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Rolando Arellano C.

Si para los peruanos el 2018 augura una economía con buenas noticias debido al precio de los minerales y la mayor demanda internacional, el año nuevo trae malas noticias para los corruptos, que fueron lo peor que le pasó al país en el 2017. La razón es que para ellos no solo será cada vez más difícil no dejar huellas, sino también les será más difícil guardar su dinero y poder gastarlo. Veamos por qué.

Para empezar, un corrupto debe cuidarse, como siempre, de no dejar documentos escritos ni firmados, pero hoy debe cuidar todas sus comunicaciones pues cualquiera puede grabar sus conversaciones, intervenir sus teléfonos o ‘hackear’ sus correos electrónicos. Y si antes esa vigilancia la hacían solo la policía o las autoridades, hoy la puede hacer cualquier colaborador, alguno de los miles de transeúntes que siempre están grabando con su celular, alguna cámara de seguridad o los mismos cómplices, que guardan pruebas para protección o negociación futura. Nadie es socio confiable en la corrupción, ni siquiera el dueño de la más grande empresa constructora brasileña. 

Pero si el corrupto pudo cometer el delito, su problema será luego encontrar dónde guardar el dinero mal habido. Aún se pueden encontrar bancos que lo reciben sin hacer preguntas, pero ninguno se opondrá a mostrar las cuentas si algún ente oficial se lo pide. Hoy los paraísos bancarios no quieren correr riesgos, y hasta Suiza, el gran refugio de antaño, ha flexibilizado su discreción. Por supuesto queda la alternativa de grupos mafiosos dispuestos a esos menesteres, como la Yakuza en Japón o la mafia rusa, pero se debe confiar en su palabra de “caballeros”, y no creer en el refrán sobre el ladrón que roba a ladrón. 

Y si pudo guardar el dinero, su preocupación será cómo gastarlo sin ser notado. ¿Comprarse una casa o unas oficinas? ¿Un yate? ¿Joyas? ¿Dar grandes fiestas? Todos los gastos se van a conocer y llevarán a que se busque si tienen coherencia con los ingresos legales de quien los hace. Porque hoy las omnipresentes redes sociales alertan a medio mundo, primero a los medios y a los organismos tributarios del país, que reclamarán los impuestos debidos, y luego seguirán las autoridades de lavado de activos, que buscarán dilucidar el origen del dinero. Se podrá quizás viajar algo, comprarse unos trajes caros y tomar mucho whisky, pero no se podrá gastar excesivamente sin ser notado. Nadie le creerá que su suegra le prestó el dinero.

En fin, además de otras buenas noticias, el año que empieza da la oportunidad de que todos los ciudadanos colaboremos para que el 2018 sea bueno para los buenos y malo para los malos. Y eso hará que el país tenga un mejor año nuevo. ¡Feliz 2018 para los buenos!