(Foto: Andina)
(Foto: Andina)
Federico Salazar

Hizo bien el presidente Vizcarra en tratar sobre la corrupción en su mensaje en la Cumbre de las Américas. Hizo bien, también, en relacionar el tema con la crisis política que lo llevó a la presidencia.

En lo que no hizo bien el presidente Vizcarra es en navegar con conceptos tan generales sobre un asunto que compromete nuestra supervivencia.

El presidente Vizcarra quisiera que se llegue a acuerdos para mejorar el acceso a la información y la transparencia. Ha propuesto que se impulse la participación de la ciudadanía en el seguimiento de la gestión de gobierno.

La corrupción no va a cambiar por un acuerdo entre gobiernos. Menos, por un acuerdo sobre acceso a la información.

El acuerdo que pide Vizcarra es algo así como “obliguémonos a informar sobre tal inversión pública o a dar información sobre tal licitación”. Los estados pueden obligarse lo que quieran, pero nada de eso va a sacar al corrupto de la carrera.

Para hacer propuestas serias sobre lucha contra la corrupción uno tiene que preguntarse cómo así un presidente, como el de México, por ejemplo, adquiere una casa de US$7 millones de un contratista del Estado.

Como se recordará, Peña Nieto adujo que esa propiedad la había comprado su esposa, con sus ganancias como actriz de telenovelas. Tuvo que deshacer la operación y pedir disculpas.

Una persona capaz de comprarle a ese contratista y capaz de atribuir a su esposa la compra, ¿deja de ser como es de la noche a la mañana?

¿Cómo acordar obligaciones de transparencia con, por ejemplo, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos? Su partido ha sido acusado de ofrecer prebendas a parlamentarios de la oposición para favorecer iniciativas del Ejecutivo.

La prensa ha informado de 1.986 cargos públicos cuyos nombramientos habrían sido repartidos entre congresistas. También, sobre el incremento patrimonial de su familia durante su gestión.

¿Cómo obligar a la trasparencia a un gobierno como el nicaragüense, cuyo presidente tiene una seria denuncia por violación de una menor de edad, que no se investiga?

Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, además, tiene innumerables denuncias de corrupción y de fraude electoral.

Premió con un cargo protegido al ex presidente del Consejo Supremo Electoral, que tiene una casita en Madrid de US$9 millones. ¿Qué podemos acordar sobre corrupción con el Gobierno de Nicaragua?

Será crucial, dijo Vizcarra, “el empoderamiento de la mujer como un eje transversal de nuestras políticas”. ¿En serio?

¿No sería mejor darles poder a los ciudadanos como ciudadanos? ¿O acaso el hecho de que un ciudadano sea de un género o de otro hace alguna diferencia?

¿“Empoderamiento”? ¿“Eje transversal”? ¡Por favor! Dejémonos de palabrería hueca.

La corrupción abarca tipos de inconducta y aprovechamiento del poder. Solo si se reduce y limita el poder se podrá reducir la corrupción.

Cualquier receta que deje intacta la base del poder y sus redes de ineficiencia institucional es una receta de emplasto curanderil y mágico menjunje.

La vaguedad de los términos con los que el presidente Vizcarra quiere enfrentar a un monstruo tan grande no nos da muchas esperanzas. Imaginamos que no hubo mucho tiempo para adaptarse al papel de anfitrión de esta cumbre.

Pasada la visita de los mandatarios, sin embargo, el presidente Vizcarra está en la obligación de revisar su diagnóstico de la corrupción y sus recetas.

En general, para todas las reformas que el presidente Vizcarra quiera hacer, tiene una oportunidad, no dos. Su bala de plata es la presentación del Gabinete ante el Congreso.

Vizcarra está en un momento en que puede convocar y liderar reformas importantes, decisivas y radicales. Si no quiebra ahora los intereses que ya empiezan a reorganizarse, tendrá poca oportunidad de hacer un gobierno diferente y eficiente.

Esperemos que la Cumbre de las Américas haya sido solo uno de esos eventos tan inútiles como inevitables. Concentrémonos, ahora, en las soluciones que requiere el Perú desde las instituciones que tiene el Perú.

La solución no va a venir de ningún compromiso con otros. Vendrá de nuestra reforma institucional y de nuestra inteligencia para cambiar.