(Foto: Archivo El Comercio)
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Rolando Arellano C.

Más que si es adecuado o no reglamentar las etiquetas de los productos alimenticios industrializados, creemos que el problema en muchos temas de reglamentación, como el de las motos de pasajeros, está en cómo se ejecuta. Veamos.

¿Quién podría oponerse a que los ciudadanos sean bien informados de los problemas que les puede ocasionar el consumo de ciertas sustancias? Nadie, así como nadie se opondría a buscar disminuir los asaltos con moto. ¿Las consecuencias de una mala alimentación? Enfermedades, obesidad y peligro para todos. ¿Consecuencias de los asaltos en moto? Pérdida de propiedad, muertos e inseguridad en aumento.

Siendo una tarea del gobierno disminuir esos problemas, el tema está en cómo lograrlo. ¡Prohibimos las motos y listo, no más asaltos en moto!, diría un funcionario iluminado. Y tendría razón, pero no sería razonable, pues generaría un gran problema a millones de motociclistas y al tránsito de las ciudades. Y prohibir que vayan dos en un vehículo solo sería razonable para quienes no los usan.

Lo mismo ocurre con los productos alimenticios industrializados, a los que se les quiere poner un octaedro de Stop, Pare, negro, grande y notorio en la etiqueta que, más que orientar a un consumo moderado, parece prohibirlo. No está escrito Stop, dirían las autoridades, sino solo que su consumo excesivo es malo. Cierto, pero al usar el símbolo mundial de Pare se lo dice subliminalmente, como cuando se dibuja una fresa en una galleta “de fresa”, o una vaca en un chocolate con algo de leche.

¿Pero cuál es el problema, si afecta solo a las industrias fabricantes? En realidad, además de los trabajadores, sus familias y los bodegueros, entre muchos otros, se perjudica toda la sociedad, pues se da ventaja a los miles de fabricantes informales con productos sin control y, por tanto, sin etiquetas de Stop, que pueden ser mucho más dañinos.

¿Qué se necesita entonces? Un cambio de óptica que, en lugar de solo atacar el comportamiento negativo, estimule también el buen comportamiento de las empresas. Un cambio donde: a) los consumidores y asociaciones enseñemos a leer las etiquetas para conocer y preferir los buenos productos y no solo evitar los malos, b) los fabricantes entiendan que ganarían mucho más esforzándose en hacer y publicitar productos saludables, que atraigan al público y no a las autoridades, y c) las autoridades sean muy drásticas en prohibir los productos dañinos, pero sepan que más que el Stop para los malos, ayudarían ideas creativas para estimular los buenos, como checks en las etiquetas de los más saludables. Porque estando de acuerdo en el porqué actuar, no lo estamos en que el cómo hacerlo genere más problemas que los que quiere evitar.