(Elaboración: El Comercio)
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Fernando Cáceres Freyre

En el 2016, Fuerza Popular enfrentaba una disyuntiva. Si apoyaba al Ejecutivo –con quien tenía muchas concordancias programáticas–, podría fácilmente habérseles tildado de ser ‘PPKeiko’. Y si se oponían al Ejecutivo, considerando su pasado, podrían haber sido acusados de obstruccionistas y poco democráticos. Por eso, lo más razonable era que negocien caso a caso su apoyo, y busquen en paralelo formas de diferenciarse del gobierno (y de la izquierda).

Lo más razonable no ocurrió. El fujimorismo torpedeó a PPK, y al final terminó cobrándose la ‘revancha’. En ese proceso, solo hubo puñetazos. No una agenda de temas programáticos que distinguieran a Fuerza Popular. Con la asunción de Vizcarra, se esperaba un giro. Y tal parece que Fuerza Popular lo intentó, cuando puso sobre la mesa de la conversación con Vizcarra, algunos temas de salud pública, que se entendieron como una imposición.

Lo cierto es que esos encuentros no lograron encauzar una agenda, y las conversaciones fracasaron. El ruido político de las últimas semanas, francamente, no hace sino generar la percepción de que estamos volviendo a ver la misma película del 2017. La izquierda lo sabe, y está metiendo el dedo en la llaga todo lo que puede. Esa percepción de puro obstruccionismo, desde luego, no le conviene a Fuerza Popular, que hoy ya lidera un Congreso con un 7% de aprobación (GFK, agosto, 2018).

El precio de no salir del rol obstruccionista puede ser muy alto, pues el declive en las encuestas motivaría que varios de sus colaboradores empiecen a irse hacia otros movimientos políticos, o simplemente a escapar de la ‘bankada’ para no ‘quemarse’ de cara al 2021. Por autosubsistencia, Fuerza Popular necesita encontrar una ruta de reformas cuya autoría pueda reclamar.

Desde una perspectiva de realpolitik, los naranjas no tienen cómo encontrar esa ‘ruta de escape’ con las reformas políticas. Lo mejor que puedan hacer –en ese ámbito– es no demorarse demasiado, pues la iniciativa ya se las ganó el presidente Vizcarra. Obviamente, tampoco van a impulsar ninguna reforma en temas de libertades civiles, pues es clara la preeminencia conservadora en sus filas.

Así, más por descarte y por oposición a la izquierda que por convicción, veo posible que el fujimorismo elija embanderar algunas reformas económicas que sirvan como su legado y puedan detener la caída libre en las encuestas. Más obstruccionismo no los va a poder sacar de ese hoyo.

Hace unos días, la vocera de Fuerza Popular, Úrsula Letona, se refirió al próximo debate sobre la continuidad de la Ley de Promoción Agraria y su extensión a otras actividades –como la acuícola y forestal–, en estos términos: “La izquierda pretende que la inversión fracase en el país, pues eso acarreará que se incremente la pobreza y que la informalidad se muestre galopante; es el escenario que requieren para que su discurso encuentre espacio”.

Al respecto, señaló, con lo cual coincido, que “para que existan derechos laborales de los trabajadores la primera gran exigencia es que se generen oportunidades laborales. Tales oportunidades se generan gracias a la inversión”. ¿Logrará esta ala de Fuerza Popular avanzar una agenda liberal de reformas?

En materia económica, Fuerza Popular nunca ha levantado las banderas de las libertades y el gobierno eficiente. De hecho, la tesis del artículo del 2016 de Enrique Pasquel, “Del naranja al rojo hay un solo paso”, sigue vigente. Sin embargo, se abre una ventana de oportunidad para que Fuerza Popular retome la vena liberal económica, que los distinguió en los primeros años de los 90.

Por su tan baja popularidad, la adopción de reformas económicas, incluso la laboral, podría darle al fujimorismo una ‘ruta de escape’ de la trampa en la que se han metido.