(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Alfredo Torres

Otra vez, el fantasma de la cuestión de confianza merodea en la plaza Bolívar. La sorpresiva visita efectuada por el presidente al fue el detonante. Inmediatamente surgieron voces que interpretaron su caminata desde Palacio como la ruta para subir puntos en las encuestas. Otros, como un anticipo de una cuestión de confianza que le permita disolver el Congreso. En mi opinión, ni una ni otra son viables.

Como se sabe, el presidente acudió al Congreso para protestar por el archivamiento de la reforma de la inmunidad parlamentaria y para exhortar a los congresistas a tratar la reforma política “con responsabilidad”. No le faltaba razón a Vizcarra para protestar, porque el archivo se había producido al día siguiente de la reunión sostenida en Palacio de Gobierno con los voceros de las bancadas parlamentarias para impulsar la reforma política, pero la manera como lo hizo solo logró despertar el espíritu de cuerpo de los congresistas. En palabras de Daniel Salaverry: “Si lo que está haciendo el presidente es preparando el terreno para un posible cierre del Congreso, que sea sincero y que lo diga. No tenemos miedo”.

No se sabe si alguien en el entorno de Vizcarra pensó que enfrentar al Congreso podría ayudarlo a subir puntos en las encuestas, pero lo cierto es que no había mayor fundamento para pensar así. Una encuesta de El Comercio-Ipsos de diciembre ya había encontrado que la reforma política era la octava prioridad para la opinión pública. Y la encuesta publicada el domingo, víspera de su visita al Congreso, decía que el 67% no estaba informado de la reforma política que impulsa el . Los temas que preocupan a la ciudadanía son la seguridad, la lucha contra la corrupción, la educación, la salud y la generación de empleo, no la política.

Naturalmente, al sector interesado en política, que lee periódicos o participa en redes sociales, sí le parece importante el tema y muchos encontraban que el Gobierno se estaba dejando avasallar por el Congreso. Más de uno lo calificaba de indolente o pusilánime. Pero la situación actual no es la de julio del 2018, cuando en medio del Caso Lava Jato estallaba el caso de Los Cuellos Blancos y Vizcarra convocaba un referéndum. La lucha contra la corrupción sí moviliza a la opinión pública, no una reforma de las reglas de juego cuando el ciudadano común cree que el problema no está en el sistema sino en las personas que se dedican a la política.

El gesto de Vizcarra de enfrentarse nuevamente al Congreso podría ayudarlo a frenar momentáneamente la caída de su aprobación popular, pero la verdad es que es muy improbable que no siga cayendo, no solo porque esa ha sido la historia de los cuatro presidentes que lo han precedido sino por las notorias limitaciones del disfuncional Estado Peruano para resolver los problemas del país y la debilidad intrínseca de un presidente sin bancada parlamentaria. Como declaró Carlos Basombrío en una entrevista, “el problema no es de habilidad política, es de realidad política”.

La perspectiva de mandar a su casa a los congresistas entusiasma a un sector de la ciudadanía indignado con las actitudes destempladas de algunos representantes de Fuerza Popular y sus aliados, pero la verdad es que el resultado podría ser el opuesto al deseado. De prosperar el cierre del Congreso que estipula la Constitución para cuando no se otorga la confianza a dos gabinetes, el nuevo Parlamento elegido entraría en funciones a principios del 2020 –demasiado tarde para hacer cambios en el sistema electoral– y permitiría que los congresistas que quedarían fuera, producto del cierre, postulen en el 2021. El cierre del Congreso sería el mejor camino para que algunos de los parlamentarios vociferantes puedan volver en el 2021.

La reforma política es muy importante para el futuro del Perú, pero no depende del Ejecutivo sino del Congreso. Muchos congresistas se han quedado “con la sangre en el ojo” al haber perdido con el referéndum el derecho a la reelección inmediata. Pero, en lugar de oponerse a cualquier iniciativa de Vizcarra, deberían ver la reforma política como una gran oportunidad. Las elecciones primarias, por ejemplo, serían el mejor camino para reconciliar a los partidos con la ciudadanía y fortalecer la democracia.

De acuerdo con una encuesta de El Comercio-Ipsos publicada esta semana, los partidos con mayor número de simpatizantes son Fuerza Popular, Acción Popular, Apra, Alianza para el Progreso y Frente Amplio. De los 24 partidos inscritos, estos cinco deberían ser los que alcancen mayor participación en unas elecciones primarias. Por lo tanto, deberían ser los primeros en impulsarlas. De los actuales congresistas depende que en el 2021 el Perú tenga o no un mejor sistema político que el actual. La historia juzgará quiénes estuvieron a la altura del desafío y quiénes se dejaron llevar por la mezquindad.