¿Inflexión histórica?, por Gonzalo Portocarrero
¿Inflexión histórica?, por Gonzalo Portocarrero
Gonzalo Portocarrero

El carácter peruano tiende al pesimismo, reza un viejo aserto. La sensación de estar entrampados, sin un futuro claro por delante, vendría a condensar siglos de experiencia histórica donde el hecho dominante ha sido la frustración y la incapacidad para controlar el presente. Entonces, el impulso al cambio no resiste el asedio del pesimismo que lo declara como superficial y sin raíces. A manera de las profecías autocumplidas, la idea de que no podremos terminar por minar cualquier proyecto que imagine un país diferente. La actitud pesimista tiende hacia el conservadurismo social y político, pues estaríamos condenados de modo que no queda más que resignarse a repetir los viejos fracasos. 

El tópico pesimista más enraizado es aquel que nos condena a la incapacidad de actuar mancomunadamente. La sociedad peruana estaría demasiado jerarquizada, y los peruanos seríamos demasiado diferentes como para hacer viable –y fecunda– una acción colectiva. La derecha es depredadora y no le interesa el bien común. La izquierda tiende al autoritarismo y a la manipulación del mundo popular. 

Entonces, dadas estas premisas, se sigue que el diálogo y la democracia son solo diversiones o pantallas que ocultan el hecho esencial: nadie está dispuesto a cambiar y la buena voluntad es solo una representación llamada a eximirnos del fracaso. 

Pero algo está cambiando en este tránsito electoral. De pronto la idea de que las fuerzas políticas no son incompatibles, y que es posible entenderse, parece dominar el sentido común. Mientras tanto, la satanización del otro como intrínsecamente malo pierde fuerza. Estos cambios tienen como trasfondo el hecho de que las diferencias entre izquierda y derecha tienden a desdibujarse. Los problemas por resolver son los mismos, de manera que aquello que importa es señalar cómo serán resueltos al tiempo de demostrar la capacidad para hacerlo. 

La sociedad peruana vive pues un momento de mucho consenso programático. Todas las fuerzas políticas coinciden en que sin un gran salto en materia de educación y salud no lograremos un progreso estable y autosostenido. De forma similar, es muy amplio el acuerdo sobre lo prioritario de la seguridad ciudadana.  

Es muy significativo que la figura de esta posibilidad sea un hombre mayor y criollo. A los 77 años, Pedro Pablo Kuczynski sabe que la historia lo mira muy de cerca y que solo le queda este cartucho, actual presidencia. Y se deja llevar por el humor criollo que desdramatiza las situaciones desde una perspectiva risueña, de resistencia a lo trágico. 

Desde luego que poner por delante los intereses colectivos no significa la desaparición de las conveniencias partidarias e individuales. Ahora mismo, la actitud de satanizar al otro y cerrar las puertas al diálogo es una gran tentación para muchos políticos. Puede incluso que el prestigio del consenso sea solo una moda que será socavada implacablemente por todos aquellos que medran en la diferencia. Entonces, la posibilidad de un acuerdo habrá sido solo un sueño del que despertaremos al habitual pesimismo de que en el Perú no hay futuro.