(Foto: Presidencia)
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Fernando Rospigliosi

El presidente se mantiene completamente indiferente a las críticas. Su mensaje a la nación lo comprobó, aunque más significativo todavía ha sido lo ocurrido con el , solo un juego de sillas como en oportunidades anteriores.

Movió a Cayetana Aljovín de una cartera a otra, desplazó a de un viceministerio a un ministerio, y a Ana María Choquehuanca del Congreso al Gabinete. Como he dicho varias veces en esta columna, PPK se mueve en un círculo estrechísimo y se niega tercamente a abrirse a otros sectores que le permitan airear su gobierno.

Ha insistido en su más señalado error, continuar con un gabinete tecnocrático empresarial y no recurrir a operadores políticos que le posibiliten capear las dificultades que han hundido su aprobación y que le han ocasionado problemas evitables. Mantener a como ministro de Economía y presidente del Consejo de Ministros es una muestra de ello. Pero no la peor.

El caso de Molinelli es escandaloso. Ella, como viceministra, estuvo directamente implicada en el caso de Chinchero, de lejos el más costoso políticamente al Gobierno, que forzó la renuncia de Martín Vizcarra al Ministerio de Transportes y de Alfredo Thorne al de Economía. Al final el Gobierno se vio obligado a anular la adenda ¡firmada por Molinelli! Y PPK no solo no la licenció sino la mudó inmediatamente de viceministerio y ahora la asciende.

No se trata de las capacidades tecnocráticas de Molinelli –no las conozco y no las discuto–, pero es evidente que políticamente es un blanco muy rentable para la oposición. Sin duda un error, que reafirma la idea de que PPK es impermeable a las críticas.

Y no se trata de las apreciaciones de los analistas o los políticos opositores sino de la inmensa mayoría de los ciudadanos. En el caso de Chinchero, la acusación –cierta o falsa– fue que se trataba de un negociado para favorecer a una empresa.

En agosto del año pasado, al iniciar su gobierno, el 43% opinaba que PPK trabajaba a favor de los más humildes y el 38% a favor de las grandes empresas. En julio de este año esa impresión se ha modificado completamente, el 71% cree que trabaja a favor de las grandes empresas y el 14% de los más humildes. (GfK, 23/7/17).

¿Cómo evolucionará esa opinión cuando se incorpora al Gabinete a la firmante de la adenda de Chinchero?

El mensaje a la nación de PPK fue una muestra más de lo desconectado que está de la realidad. No hubo ninguna autocrítica ni reconocimiento de errores y se enorgulleció de éxitos que la ciudadanía no le agradece.

Según una encuesta de Ipsos, el 88% cree que la lucha contra la corrupción está peor o igual que con , el 85% piensa lo mismo respecto a la lucha contra la delincuencia y el 81% opina eso sobre la generación de empleo. (El Comercio, 23/7/17). Y, como se recuerda, al final del gobierno pasado la sensación era que las cosas marchaban mal. Si ahora una gran mayoría cree que estamos peor o igual, significa que las cosas no están funcionando.

La última encuesta de Datum refleja lo mismo, el Gobierno está desaprobado por la ciudadanía en todos los temas más importantes. No le falta razón al economista Juan Mendoza cuando califica el primer año de PPK como el sexto de Humala (“Perú21”, 22/7/17).
A pesar de eso PPK desperdició otra oportunidad para hacer un balance más equilibrado de su gobierno y mostrar liderazgo, reconociendo yerros y haciendo cambios. No lo hizo.

Nuevamente culpó al fenómeno de El Niño y Lava Jato de los problemas y prometió un futuro mejor, como hace un año.
Quizás lo más positivo de su mensaje fue la reiteración de su olvidada promesa de cambiar el Consejo Nacional de la Magistratura, presentando un proyecto de ley al respecto, aunque no precisó cómo lo haría.

Su promesa de destrabar 12 proyectos de inversión por 32.000 millones de soles sería muy positiva si fuera cierta. Ojalá que lo sea, pero hace un año ofreció algo similar y eso no ocurrió.

Una cosa sorprendente fue que habló de una inexistente reforma penitenciaria como si estuviera en marcha, un ejemplo de lo que es confundir deseos con realidad.

Esa fue la tónica del discurso, las ilusiones se impusieron a los hechos.

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