Los nuevos analfabetos, por Alfredo Bullard
Los nuevos analfabetos, por Alfredo Bullard
Alfredo Bullard

No saber leer es terrible. Por suerte nos vamos acercando en el Perú a la desaparición del analfabetismo. Pero enfrentamos un nuevo tipo de este: no tener acceso a Internet y a tecnologías de la información. Como el no saber leer, la falta de conectividad conduce a ser en los hechos un ciudadano de segunda categoría.


El gran crecimiento del acceso a la información estará en la telefonía móvil, y por tanto, tener Internet en el bolsillo hace la diferencia entre el futuro y el fracaso. Por eso frenar su crecimiento es alimentar esta nueva forma de analfabetismo.


Cuando la retira una comete un acto de ignorancia que genera ignorancia. El problema es que este no es un acto aislado, sino que se repite en virtualmente todas las municipalidades del país. Sea con argumentos demostradamente falsos (supuestos problemas de salud generados por antenas, cuando la Organización Mundial de la Salud no ha encontrado evidencia que demuestre ese efecto), por parálisis burocrática, populismo fácil o simplemente para crear oportunidades de corrupción, los municipios han decidido (desobedeciendo la ley) sentarse en la noticia. Algún día veremos este tipo de actos como el de quemar libros.


Por supuesto que los alcaldes, funcionarios y los populacheros que protestan contra las antenas tienen celulares que siguen usando y, estoy seguro, presentan reclamos cuando la calidad del servicio no les satisface, en la hipócrita contradicción de destruir con una mano lo que demandan con la otra.


El resultado: el Perú tiene una bajísima densidad de estaciones base para servicio celular por población (la cuarta parte de Europa y la sexta parte de Estados Unidos).


Mientras tanto, el reclama con anteojeras antitécnicas mayor calidad de servicio y multas por doquier. Por otro lado, los municipios, con la otra mano, restringen el crecimiento de la infraestructura necesaria para ampliar la cobertura y mejorar la calidad. Y mientras tanto el mercado demanda no solo más celulares, sino más acceso a data. Un smartphone consume 30 veces más espectro que un simple celular y exige una infraestructura mucho mayor para dar confiabilidad y eficacia al servicio. La situación nos conduce a un choque de trenes.


El analfabetismo de Internet y del acceso a la tecnología de comunicación tiene impactos tan serios o peores a los de no saber leer. Como ha demostrado Richard Webb, el acceso a celulares en zonas agrícolas consiguió mejoras sustanciales en los precios de los productos de los campesinos, quienes ahora pueden llamar y averiguar los precios en el mercado. La telefonía móvil alcanza a producir entre 3% y 4% del PBI del país. Ella se convertirá en los próximos años en la herramienta más importante para el crecimiento de la bancarización o el acceso a recursos financieros (hoy solo el 20% de los peruanos tiene acceso a estos servicios). Además, se estima que el uso del dinero electrónico podría permitir ahorros del 15% de los costos en transferencias de dinero para programas sociales como Juntos o para realizar todo tipo de transacciones. El acceso a la telefonía móvil puede fomentar el empleo debido a la mejora en la información disponible, reducir los costos de transacción para hacer negocios de todo tipo, contribuir a coordinar conductas individuales que contribuyan al ordenamiento del tráfico (acceso a Waze), mayor información relevante para consumidores (al estilo de Tripadvisor), información y cultura (Wikipedia y similares). Los programas de acceso a salud y a educación pueden mejorarse, también, sustancialmente mediante teléfonos celulares. 


El analfabetismo de todo tipo nos hace personas incompletas. En el fondo esta es una discusión de cuánta ignorancia queremos crear y cuánta queremos evitar. Y en este caso enfrentamos la peor de las ignorancias: la del ignorante que ignora que es ignorante.