(Foto: Archivo: El Comercio)
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Fernando Rospigliosi

Con su inesperada jugada solicitando un voto de confianza para el Gabinete que preside Fernando Zavala, el gobierno pretendió salir del arrinconamiento al que lo tiene sometido el fujimorismo con su aplastante mayoría en el Congreso.

Era una movida arriesgada, pero una de las pocas alternativas que tenía el presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) para evitar el lento pero seguro proceso de demolición al que está siendo sometido.

No se sabe si esperaban la censura, pero el hecho es que la partida la jugaron equivocadamente. Primero, procedieron sorpresivamente, sin preparar el terreno, es decir, sin advertir que esa era una opción para detener la aniquilación del Gabinete, de tal manera de ir ganando adeptos y justificando una medida extrema. Segundo, si no alistaron el campo de juego, planteada la cuestión de confianza el miércoles por la tarde, era indispensable explicarla claramente a la opinión pública.

Se hubiera esperado que seis u ocho, diez ministros, incluyendo por supuesto a Fernando Zavala, estuvieran en todos los medios las siguientes 24 horas exponiendo, justificando, convenciendo, persuadiendo y proponiendo una salida a la crisis.

Tercero, solo un par de ministros lo hicieron y el argumento que alegaron para proponer la cuestión de confianza era incomprensible y equivocado. Nadie puede creer que la preocupación del gobierno en este caso era defender el futuro de los niños y la reforma de la educación. Tampoco que esta no podía sostenerse sin la permanencia de la ministra Marilú Martens, quien tiene 11% o 14% de aceptación en las encuestas. Tenían que plantear descarnadamente las cosas, es un choque político para evitar la agonía y el descalabro del gobierno y del país.

Por último, el momento y el tema que escogió el gobierno para plantear la confrontación no ha sido el mejor para él. La popularidad de PPK está en su punto más bajo desde el comienzo de su mandato (19% o 22% según las últimas encuestas) y su desastroso manejo de la huelga magisterial no lo habilita para poner ese tema como su motivación principal.

Una mejor situación para el gobierno hubiera sido en diciembre del año pasado, cuando censuraron con un pretexto irracional a Jaime Saavedra que tenía una alta popularidad y un amplio respaldo de sectores muy diversos, al revés de lo que ocurre ahora con Martens. O cuando obligaron a renunciar a Martín Vizcarra o Alfredo Thorne.

Aunque es cierto también que ahora es más evidente que hace diez meses que la oposición tiene como objetivo desgastar y socavar sistemáticamente al gobierno usando cualquier pretexto, y eso le da al Ejecutivo un argumento para jugar la suerte del Gabinete en una baza arriesgada.

Otro factor que tiene a favor el gobierno ahora es la profundización de la división del fujimorismo, que Kenji no se cansa de hacer explícita con públicos aspavientos. Pero esto solo será útil si es que el gobierno tiene la habilidad y la sutileza política de usarlo adecuadamente, cosa dudosa.

Y aquí viene el problema más importante. PPK ha demostrado hasta ahora una casi insuperable impericia política, nula capacidad autocrítica que le permita rectificar sus errores y ninguna disposición para abrirse a otros sectores fuera de un estrechísimo círculo de amigos y allegados que le dicen lo que quiere oír.

Si eso no cambia radicalmente ahora, las posibilidades de que el gobierno sobreviva hasta el final de su período constitucional se irán reduciendo.

Y, la verdad, la experiencia en lo que va de su mandato, muestra que es muy difícil que PPK cambie. Si insiste en designar un presidente del Consejo de Ministros extraído de su pequeño ambiente, y volver a conformar un Gabinete tecnocrático empresarial como el que ha tenido hasta ahora, la suerte estará echada.

No está claro tampoco, que ante una nueva censura a un Gabinete, que puede estar muy cercana si la oposición no le otorga al siguiente el voto de confianza, PPK se atreva a disolver el Congreso y convocar nuevas elecciones.

Y si lo hace, a tener la audacia de atraer aliados que puedan proporcionarle un caudal importante de votos. Por ejemplo, seducir a Julio Guzmán o a alguien parecido para encabezar su lista de candidatos.

PPK, su gobierno y el país están al borde del abismo. De la oposición ya sabemos lo que se puede esperar. Solo queda aguardar un milagro.