"Los economistas de la comisión se darán cuenta de que esta regla, lejos de fomentar la formalización, va a inflar la informalidad".  (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Los economistas de la comisión se darán cuenta de que esta regla, lejos de fomentar la formalización, va a inflar la informalidad". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Diego Macera

En 1988, cuando el terrorismo pisaba fuerte en Ayacucho, la familia Añaños comenzó a producir gaseosas de marca Kola Real. El objetivo era atender –con una primera bebida sabor a naranja– la demanda de segmentos de la población ayacuchana a los que las grandes marcas ignoraban. Casi tres décadas luego, la empresa de la familia Añaños vende en 23 países y contrata a más de 10.000 trabajadores. Nadie puede decir que en el Perú no hay emprendedores exitosos.

El problema, más bien, es que emprendedores hay muchos, pero exitosos hay muy pocos. Suele ser motivo de orgullo nacional que el Perú esté entre los países más emprendedores del mundo. Según el Monitor Global de Emprendedurismo, a nivel global, el Perú es el sexto país con la tasa más alta de emprendedores (25%) y el séptimo país con la mayor proporción de personas con intenciones de empezar un negocio (43%). De hecho, durante los últimos años, cada día se han creado aproximadamente 700 empresas en el país.

Pero solo hasta ahí podemos inflar el pecho. La verdad es que la gran mayoría de emprendimientos son de muy pequeña escala, informales, poco productivos y salen del mercado rápidamente. Más del 75% de empresas nuevas son unipersonales, muchas de esas dedicadas al comercio de alimentos o textiles (pensemos en la bodega de barrio), con bajo acceso a tecnología y capital, y, además, fracasan en los primeros años. Menos del 7% de los emprendimientos que actualmente operan en el país tiene más de 3 años y medio de operación. Estamos hablando, pues, de que la gran mayoría son emprendimientos por necesidad, no por opción.

Por supuesto, el país debe aspirar a fomentar un ambiente de innovación, competencia y emprendedurismo altamente productivo si quiere permanecer competitivo en la economía global moderna. De eso no hay duda. Pero los frutos de estos esfuerzos por modernizar la economía, fortalecer el mercado de capitales, invertir en innovación, mejorar la educación, etcétera –aun si son exitosos– toman varios años o décadas.

La alternativa más rápida para tener trabajadores productivos y bien remunerados está en las empresas consolidadas. Con pocas excepciones, los empleos de alta productividad y los salarios relativamente elevados los encontramos en las medianas y grandes empresas formales. En el Perú, la productividad de la gran empresa promedio es varias veces mayor que la de la microempresa promedio y los salarios suelen responder acorde.

Y es aquí donde encontramos el escollo principal. En los últimos años, el país no ha logrado generar suficiente trabajo productivo para absorber la demanda ciudadana por empleo de calidad. Más del 70% de la PEA trabaja en empresas de 2 a 10 trabajadores y los números no están mejorando a la velocidad que se requiere. Según información publicada hace dos semanas por el Ministerio de Trabajo, en el 2016 apenas se crearon 113.000 empleos dependientes formales. Peor aun, la mitad de ellos fueron generados en el sector público. En otras palabras, las empresas formales –que suelen ser las más grandes y productivas– pudieron crear menos de 60.000 empleos dependientes el año pasado.

Para poner este número en perspectiva, basta con decir que cada año entran al mercado laboral aproximadamente 280.000 jóvenes y que la promesa de generación de empleo anual de la presente administración es de 300.000 empleos formales por año. Así las cosas, no sorprende el alto nivel de emprendedurismo por necesidad y la baja productividad del trabajador promedio.

Mientras preparamos el camino para emprendimientos sostenibles y exitosos, necesitamos romper con la idealización del emprendedor peruano tradicional y más bien facilitar la contratación formal en empresas productivas e innovadoras. Quizá sea esta la manera más rápida para que eventualmente deje de ser cierto que, como cantaban Los No Sé Quién y Los No Sé Cuántos, si nos suena la barriga, alguna cosa inventamos.