La madrugada de este viernes el Congreso de la República le otorgó el voto de confianza al Gabinete Ministerial presidido por Salvador del Solar. (Foto: Mario Zapata / GEC)
La madrugada de este viernes el Congreso de la República le otorgó el voto de confianza al Gabinete Ministerial presidido por Salvador del Solar. (Foto: Mario Zapata / GEC)
Federico Salazar

El presidente del Consejo de Ministros no fue al Congreso a buscar un número de votos determinado, sino solo la confianza. Eso dijo. Sin embargo, en su discurso planteó algo distinto.

“Hoy, vengo a invitarlos a que juntos, definamos una agenda de Estado para reconstruir la confianza que las peruanas y peruanos (sic) han perdido en las instituciones públicas”.

El presidente del Consejo de Ministros debe pedir confianza para su gestión y para los planes del Ejecutivo. No debe engañar al Congreso diciéndole que con él va a definir la agenda del Estado para recuperar la confianza en las instituciones.

“Vengo a hacer un llamado sobre lo que debieran ser nuestras prioridades…”, insistió, erradamente, el ministro Del Solar. Lo que el Gabinete hace, frente al Congreso, es exponer su política, su programa, su criterio.

Distinguir las tareas y roles es decisivo para respetar y hacer respetar la independencia de poderes. La embriaguez del “dialoguismo” nos aleja de la separación de poderes. Con ello, nos aparta también del cumplimiento de las responsabilidades.

El presidente del Consejo de Ministros no debe hablar en representación del “Estado” sino del gobierno. Es ocioso, por tanto, que quiera involucrar a los congresistas en un proyecto para “cambiar la historia”.

Creerse providencial e “histórico” es un mal comienzo. Lo que se requiere es un plan para gobernar, a lo sumo, dos años y algo más.

Un candidato a la presidencia puede convocar a los electores a que voten por un programa de gobierno para “cambiar la historia”. Un presidente de Consejo de Ministros, no.

El equívoco del ministro Salvador del Solar es de magnitud. “Es nuestra oportunidad”, ha dicho, “de cambiar la historia, así como lo decidieron quienes iniciaron la gesta por nuestra independencia”.

No es la oportunidad de hacer un cambio tan grande, ni se trata de una gesta. Le han dado el encargo de conducir un Gabinete de ministros, no de hacer una lucha épica que cambie la historia por 200 años.

La tarea encomendada por la Constitución al Consejo de Ministros es modesta pero necesaria: la dirección y gestión de los servicios públicos (art. 119). Nada más.

No se trata, además, de un Gabinete con el que se inicia una gestión presidencial. El mandato, por tanto, no es directo ni explícito. No es un mandato de heroica transformación de la historia, sino de continuidad constitucional.

Está bien que el Gabinete Del Solar quiera cambiar las cosas. Cambiar las cosas, sin embargo, no es cambiar la historia.

Una de las prioridades del ministro es la lucha contra la corrupción y la recuperación de la integridad. Para ello anuncia, entre las medidas concretas, “la creación de 25 comisiones regionales anticorrupción”.

¿Comisiones? ¿Es este el cambio de la historia? ¿25? Si el ministro cree que con muchas comisiones resolvemos el problema de la corrupción, vamos a tener que esperar otros 200 años.

Otra de las prioridades del Gabinete es el crecimiento económico “equitativo, competitivo y sostenible”. ¿Qué anuncio importante hizo al respecto? Va a implementar el ‘tax-free’ para los turistas, y va a “poner en valor” Choquequirao.

Ni una palabra sobre Las Bambas y la seguridad jurídica para la inversión. Las Bambas es lo peor que le ha podido pasar al Perú desde Conga.

El papel del gobierno en la crisis de Las Bambas da una pésima señal. Dice al mundo entero que esta no es una buena plaza para traer inversiones de 5 mil o 10 mil millones de dólares. Y son esas inversiones las que se requieren para crecer y combatir la pobreza.

El ‘tax-free’ puede esperar; Las Bambas, no.

No es mejor la propuesta por el lado del trabajo. Para combatir la informalidad el ministro propone poner más fiscalizadores e intendencias. O sea, no hay que facilitar la inversión, sino hacerla más difícil para el que recién empieza.

Si el Gabinete soñara menos con cambiar la historia y pensara más en la humilde tarea de mejorar los servicios públicos, las cosas podrían mejorar. Con el enfoque anunciado, lamentablemente, van a seguir empeorando. Y el gobierno, también.