(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
José Ugaz

Adelantándose a la tradicional temporada circense de Fiestas Patrias, algunos promotores del espectáculo de la carpa, han decidido levantar el telón en el mes de mayo. Sin embargo, en lugar de instalarse en el tradicional terreno baldío de la plaza Grau se han trasladado a otro barrio, en los alrededores de la avenida Abancay.

Circos emblemáticos como el Ringlin Brothers, el Circo Ruso o el de los Hermanos Gasca han ido languideciendo con el tiempo, debido a la crisis económica y la presión de los grupos animalistas que, a través de eficientes campañas públicas, han ido erradicando los actos con fieras y elefantes.

Ello dio paso a un nuevo tipo de circo, el que ha tenido que ingeniárselas para atraer al público con despliegue de malabares, acróbatas, magos y payasos. El mejor ejemplo de este nuevo espectáculo de las pistas es el Cirque du Soleil, que en una extraordinaria mezcla de arte y destreza, presenta exhibiciones de gran calidad.

Pero también hay de los otros, los circos misios, los de las carpas raídas y bancas de tablas, donde el boletero, luego de cerrar la ventanilla, se sube al trapecio y se pone las pantuflas de payaso, después de haber vendido canchita en el intermedio. Circos del pueblo, como el de Ñoño o la Chilindrina, que ante la falta de leones y tigres apuestan por los payasos, los enanos, la mujer barbuda y el mago.

Y estos últimos son los que marcan los signos de los tiempos en el Perú. Este mes hemos visto, en pistas simultáneas y tres funciones continuas, un conjunto de actos circenses que impactan por su falta de calidad.

Primero se presentó el show de Chiricuto, quien, enfundado en gorro y peluca, recurriendo a la técnica del mimo, emboscó a una joven para que le explique la historia de la violencia en el Perú, aquella que nunca entendió ni quiso ver. Como no conseguía hacer reír al respetable, optó por la grita dramática para apelar al miedo del auditorio, lo que concluyó en una grotesca tragicomedia, lamentablemente avalada con música de fanfarria por la responsable de la cultura en el país. Viendo un montaje de tan mala calidad, uno se pregunta, ¿cómo pudieron llegar estos personajes a encumbrarse en el liderazgo de nuestras instituciones tutelares?

En la pista de al lado, un mago demagogo sacó de su chistera un empolvado proyecto de ley que fuera promovido por una conocida vedette congresista hace más de 20 años. En un acto de ilusionismo, hizo creer al auditorio que las violaciones de niños desaparecerán imponiendo la castración química como pena limitativa de derecho. El mago se olvidó de que esta propuesta se descartó hace dos décadas porque quedó claro que la eliminación del impulso sexual no impide la pederastia ni la violación de menores, patologías criminales que obedecen a factores de mayor complejidad. No sabía que la ausencia de libido no evita que quien desea agredir a un menor recurra a otros medios e instrumentos. No dijo nada de la falta de viabilidad de esta medida en un sistema penitenciario colapsado como el nuestro.¿Quién va a asumir el costo de los progestágenos, organizar su aplicación y monitorear a los inoculados? Curiosamente, como sostuvo el ministro de Justicia, parece que el elenco en su conjunto “se emocionó” y aplaudió unánimemente el despropósito.

En la tercera pista, Mipayachi y Cucharita, olvidando que en el Perú más del 51% de los niños rurales menores de 3 años sufren anemia (y en la ciudad, más del 40%), montaron una obrita llamada “Despilfarro frivolón”, y tiraron en la cara del público rumas de billetes: S/3,5 millones para una comisión que se llena de asesores partidarios que duplican funciones y no descubren nada; S/85.000 para adornar con flores importadas algunas oficinas; S/250.000 en frigobares y televisores; S/250.000 en 7 computadoras, iPads para “ahorrar” papel, etc.

Si sigue esta pretemporada así, no llegaremos a 28. Menos mal que en unos días el fútbol barrerá con el circo. Ahora que Paolo Guerrero regresó y estamos en racha, hay que recordar que, aunque casi siempre nos toca cuesta arriba, los peruanos hemos demostrado que podemos escalar y, con esfuerzo, lograr nuestros objetivos. Mientras tanto, señores del circo, al público se lo respeta.