Ubíquese, presidente electo, por Federico Salazar
Ubíquese, presidente electo, por Federico Salazar
Federico Salazar

El presidente electo no sabe de qué es presidente. La Constitución dice que es Presidente de la nación. Pedro Pablo Kuczynski cree, sin embargo, que representa a un sindicato en particular, a una empresa en particular o a un inversionista en particular.
No se entiende de otro modo su repentina visita a La Oroya. Ahí propuso a los trabajadores de esa empresa en liquidación marchar hacia el Congreso para pedir una ley con nombre propio.

Es muy loable estar del lado de los trabajadores que sufren el desempleo. La función del Presidente no es, empero, marchar con los trabajadores de una u otra empresa en problemas.

Si se tratara de una marcha en favor de una ley para todos los trabajadores del Perú, quizá se pueda entender tan heterodoxa iniciativa. En este caso, no obstante, se trata de un problema particular de una empresa en particular.  

El presidente del Perú no es un gestor de intereses parciales. Así los intereses sean muy nobles y plausibles, no se puede permitir al futuro jefe del Estado adoptar la defensa de esos intereses.

La Presidencia de la República no es una agencia para el lobby. Tampoco lo es para el lobby prosindical. Menos, si cabe, para el lobby empresarial.

Según Marco Arana, acompañó a Kuczynski el señor Michael King, del consorcio Eetac, interesado en comprar Doe Run Perú. Esta información tendrá que descartarse o confirmarse. Sería sumamente grave y absolutamente inaceptable que el presidente electo estuviera tratando de ayudar a unos inversionistas determinados a salvar su opción de compra.

El Presidente tiene que estar absolutamente lejos de cualquier interés parcial, sea este de sindicatos, de empresas que quieren vender o de inversionistas que quieren comprar. En el caso de Kuczynski, el alejamiento tiene que ser conspicuo, dado que gran parte de su actividad profesional está relacionada con asesorías a empresas privadas.

Lo primero que tiene que hacer Kuczynski es deslindar. Lo segundo, retroceder. Debe deslindar cualquier vinculación con este tipo de intereses. Debe retroceder en su puesta al servicio de una marcha de particulares para gestionar una legislación con favoritismo.
Los primeros interesados en este deslinde y este retroceso deben ser las personas que próximamente serán anunciadas como sus ministros. ¿O es que querrán ser anunciadas como ministros del lobby?

No tiene nada de malo querer defender el puesto de trabajo, ni nada malo tiene, tampoco, querer invertir dinero. Es moralmente inviable, en cambio, usar la función pública para favorecer esos intereses. Y sería sencillamente obsceno que ese funcionario sea el presidente.

Doe Run es una empresa privada que tiene deudas. Estas deben ser asumidas por el empresario, no licuadas a través de leyes con nombre propio. No es excusa usar a los trabajadores para, en realidad, defender los intereses de inversionistas.

La ley que busca cambiar Kuczynski es una ley sobre estándares ambientales. ¿Se puede crear estándares para una sola empresa y no para otras? ¿Se puede cambiar la legislación solo para que entre uno u otro inversionista?

Se entiende la desesperación de los trabajadores y sus familias. El jefe del Estado, sin embargo, no debe entenderlos solo a ellos. También debe entender a los peruanos que mueren de neumonía en las zonas altas de Arequipa o Puno o a los peruanos que son víctimas mortales de la delincuencia.

El presidente debe ocuparse de que el Estado cumpla sus funciones, no los encargos de los grupos de interés.

El futuro Congreso no debe dejarse chantajear por esta flagrante manipulación de los trabajadores en favor de intereses particulares. Debe poner al presidente electo en su sitio: en el sitio que corresponde a quien representa a toda la nación.

El señor Kuczynski tendrá que aprender muy rápidamente a ubicarse en su nueva función. Si no lo hace, la opinión pública lo tendrá que hacer por él.