(Ilustración: Víctor Sanjinez)
(Ilustración: Víctor Sanjinez)
Alfredo Torres

La ucronía es la reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos. Por ejemplo, ¿cómo estaría hoy el Perú si en el 2016 hubiese sido elegida Verónika Mendoza y no Pedro Pablo Kuczynski? Un análisis ucrónico ayuda a evaluar hasta qué punto la historia hubiese sido distinta si un determinado evento ocurría de diferente manera. Si ganaba la entonces candidata del Frente Amplio, el país habría sufrido igual el fenómeno de El Niño costero y el escándalo Lava Jato, pero seguramente el manejo político y económico habría sido muy distinto.

La hipótesis del triunfo de Verónika Mendoza es verosímil porque ella estuvo cerca de pasar a la segunda vuelta en el 2016. En la primera vuelta Keiko Fujimori recibió 32,6% del total de votos seguida de Kuczynski con 17,2% y Mendoza con 15,3%. Es decir, hubo apenas 1,9% de votos de diferencia entre el segundo y la tercera. Si la candidata de izquierda hubiese pasado a la segunda vuelta y se hubiese movido estratégicamente hacia el centro –como lo hizo Humala en el 2011– probablemente hubiera logrado aglutinar el antifujimorismo y alcanzado la Presidencia del Perú.

El primer Gabinete de Mendoza hubiese recibido seguramente el voto de confianza del Congreso, tal como ocurrió con el Gabinete que presidió Fernando Zavala, pero sus posibilidades de hacer aprobar sus proyectos de ley en el Congreso habrían sido aún menores que PPK por la distancia ideológica. Por la misma razón, lo más probable es que su gobierno hubiese sufrido más de una censura ministerial y que su primer Gabinete hubiese perdido la confianza de la mayoría parlamentaria antes de los 14 meses que duró el premierato de Zavala. Entre tanto, la hipotética bancada oficialista, integrada por 20 congresistas, se habría dividido por la mitad entre el Frente Amplio y Nuevo Perú tal como, en efecto, ocurrió en julio del año pasado.

Con Mendoza debilitada se habría activado seguramente un pedido de vacancia por incapacidad moral contra ella. Sus anotaciones en las agendas de Nadine Heredia o sus viajes a Venezuela para posibles reuniones con Hugo Chávez y Nicolás Maduro en la campaña del 2006 se habrían esgrimido como justificación. Dada la debilidad de su reducida bancada –Nuevo Perú cuenta con 10 congresistas, menos aún que Peruanos por el Kambio– lo más probable es que hubiese sido vacada y reemplazada por el primer vicepresidente Marco Arana. El líder actual del Frente Amplio sería hoy el presidente de la República con una bancada mínima y una posibilidad de hacer gobierno aún menor que la de PPK o el hipotético gobierno de Mendoza.

Lo que revela este ejercicio de ucronía es que la debilidad del gobierno actual no es atribuible solo a Kuczynski. Habría sido similar o mayor si Mendoza llegaba a la presidencia. En realidad, gracias al indulto a Alberto Fujimori que PPK otorgó y Mendoza no habría concedido, PPK sigue en la Presidencia y ha reducido la capacidad de Fuerza Popular de vacarlo nuevamente porque el pueblo fujimorista –agradecido por el indulto a su líder histórico– vería muy mal esa decisión. En cambio, si Alberto Fujimori no hubiese sido indultado en Navidad, la derrotada hubiese sido el ala conciliadora liderada por Kenji Fujimori y no habría nada que hubiese impedido que Fuerza Popular apoyase un nuevo y definitivo pedido de vacancia con cualquier pretexto.

En el fondo, el problema de la debilidad gubernamental está en el sistema electoral peruano. No es viable un gobierno cuando el partido oficialista cuenta con 15% o menos de la representación parlamentaria y el principal partido de oposición tiene la mayoría absoluta. En la mayoría de las democracias del mundo, un resultado de esta naturaleza obliga a un gobierno de coalición, pero en el Perú no fue posible porque PPK –acosado por el antifujimorismo– no se animó a empujarlo, y porque Keiko Fujimori –frustrada por su derrota– se mostró muy reacia a considerarlo.

Para que no se repita en las próximas elecciones el mismo entrampamiento del 2016, el mejor camino es diferir las elecciones parlamentarias para después de las elecciones presidenciales, tal como ocurre en Francia. El presidente francés Emmanuel Macron obtuvo solo 24% de los votos en la primera vuelta en abril del 2017, pero ganó la segunda vuelta con 66% en mayo y su partido La República en Marcha y su aliado el Movimiento Demócrata alcanzaron 60% de los escaños en junio.

La Asociación Civil Transparencia propuso hace un tiempo que las elecciones parlamentarias peruanas se llevasen a cabo en simultaneidad con la segunda vuelta presidencial. Sería una fórmula más económica que el sistema francés y con similar beneficio de permitir un voto ciudadano más informado y menos disperso, de manera de darle mayor gobernabilidad al país. La actual mayoría parlamentaria se muestra renuente a hacer este gran cambio. ¿Sabrá actuar de acuerdo con su responsabilidad histórica?