Virajes electorales, por Fernando Rospigliosi
Virajes electorales, por Fernando Rospigliosi
Fernando Rospigliosi

La más impactante –aunque no la única– metamorfosis electoral ha sido, sin duda, la de Keiko Fujimori. Aprovechó su presentación en la Universidad de Harvard, el miércoles pasado, para hacer un giro hacia el centro izquierda elogiando el trabajo de la Comisión de la Verdad (CVR), respaldando la unión civil y el aborto terapéutico, y criticando algunos errores del gobierno de su padre, en particular los casos de esterilizaciones sin consentimiento.

Ha sido una jugada audaz que busca romper el gueto fujimorista en el que se encuentra atrapada hasta el momento. Un gueto sólido y amplio, pero que a la vez es un corsé, que le impidió ganar las elecciones del 2011 y que podría convertirse en una traba insuperable en el 2016 si es utilizada apropiadamente por sus adversarios.

La percepción que “Keiko es igual a su padre”, machacada por la campaña que realizaron los asesores brasileños en los últimos comicios, le impidió ganar. Posiblemente si ella hubiera hecho lo que está haciendo ahora, hubiera triunfado, al equiparar la mutación de Ollanta Humala hacia la derecha. Pero no pudo o no quiso hacerlo.

Ahora ha aprendido la lección y ha escogido un momento en el que minimiza el riesgo. Está muy arriba en las preferencias electorales y a siete largos meses del día de la elección, lo cual le permitirá ajustar la estrategia de acuerdo con los resultados que muestren las encuestas.

Adicionalmente, ha ganado con la renuncia del pastor Julio Rosas, al que hubiera tenido que desembarcar de todos modos de su próxima lista congresal para hacer creíble su cambio. El ultraconservador Rosas le ha facilitado las cosas. Y perder un voto a estas alturas, con una Mesa Directiva de oposición en un Congreso de salida, no importa mucho.

Alan García ha tratado de destacar de entre la docena de candidatos con menos de 10%, apoyando la participación de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad ciudadana, intentando subirse a la ola del 75% u 80% que respalda esa propuesta. En realidad, quien marcó la pauta fue Pedro Pablo Kuczynski, que en la primera reunión del diálogo con Pedro Cateriano planteó que Nadine Heredia debe someterse a la justicia dejando de lado los subterfugios que está usando para evitar la investigación y renunciar a la presidencia del Partido Nacionalista. De esa manera, usó la oportunidad para plantear una propuesta polémica que destacara entre los somnolientos resultados de conversaciones que todos saben que son inútiles.

García probablemente se da cuenta de que la intervención de los militares no resolverá nada, pero tenía que usar la tribuna del diálogo para decir algo que lo pusiera en las primeras planas y que alimente su programa electoral, que debe incluir la seguridad como un elemento crucial. Aunque en este caso, estando su segundo gobierno muy cerca en el tiempo, tendrá que enfrentar la incómoda pregunta “¿y por qué no lo hizo Ud.?”.

A esta oferta se sumó Alejandro Toledo, usando también la plataforma del diálogo, a pesar de que hace apenas tres meses se había manifestado en contra de la participación de los militares. Pero en su caso el problema reside en su casi nula credibilidad. No importa lo que ofrezca, difícilmente saldrá del fondo de la tabla. Su desafío es superar la valla electoral y mantener la inscripción de su partido.

Kuczynski asumió un tema de impacto el viernes en su programa radial, al demandar al gobierno que reduzca el precio de la gasolina y los combustibles. El precio del petróleo se ha desplomado en el mundo, pero aquí se mantiene artificialmente alto para beneficiar a Petro-Perú –y de paso a Repsol– por decisión del gobierno. (“Gestión”, 22/9/15). 

Es claro que parte de la estrategia de Kuczynski en los próximos meses estará orientada a asumir una postura más crítica a un gobierno que tiene entre 80% y 85% de rechazo, y disminuir la ventaja que en ese campo le llevan Fujimori y García.

En una elección no se trata de no tener resistencias y proponer alternativas insípidas que agraden a todos y a nadie. Ese es el camino más seguro al desastre, como lo comprobó Luis Castañeda con su quinto lugar en el 2011. Las propuestas tienen que ser sensatas y viables, pero a la vez polémicas. Se gana con el 50% más uno, no con el 100%.