Trujillo es cuestionado por el incendio de un bus en Fiori, mientras que Bruce afronta pesquisa fiscal. (Composición: El Comercio)
Trujillo es cuestionado por el incendio de un bus en Fiori, mientras que Bruce afronta pesquisa fiscal. (Composición: El Comercio)
Editorial El Comercio

El domingo por la noche, en una entrevista televisiva, el presidente del Consejo de Ministros, Salvador del Solar, dio a conocer que el titular de Transportes y Comunicaciones, Edmer Trujillo, y el de Vivienda, Construcción y Saneamiento, Carlos Bruce, habían renunciado a sus cargos.

El anuncio no resultó completamente sorpresivo por cuanto, por motivos distintos, la permanencia de cada uno de ellos en el Gabinete venía siendo objeto de críticas durante las últimas semanas. Lo que sí llamó la atención, en cambio, fue la explicación que el primer ministro ofreció para sus salidas.

“Tenemos dos ministros que están cuestionados políticamente y […] que tienen una defensa para sus casos, pero que no nos podemos dar el lujo de que dediquen su energía a defenderse, porque son dos ministros cruciales que hacen un gran trabajo”, sentenció. Una tesis extraña, a decir verdad, porque se entiende que parte del trabajo político de un ministro es siempre la defensa de su gestión. Si ejercerla, como postuló Del Solar, supusiera un drenaje de energías que pone en riesgo la adecuada administración del resto de materias que conciernen a su cartera, estaríamos ante funcionarios realmente febles, a los que solo haría falta someter a unas cuantas críticas para que sean licenciados por el gobierno.

Cabe precisar por cierto que estamos hablando de dos tipos de defensa distintos, pues mientras Trujillo enfrenta las dudas sembradas en torno a su gestión por el incendio de un bus en un ‘estacionamiento’ informal de San Martín de Porres que dejó 17 víctimas mortales, Bruce debe lidiar con una investigación preliminar de la fiscalía por su presunta vinculación a la organización delictiva Los Temerarios del Crimen. En ninguno de los dos casos, no obstante, daría la impresión de que la defensa tomaría largas horas de la jornada de trabajo ministerial. El problema, en consecuencia, debe ser otro.

Trujillo, en efecto, venía exhibiendo una resignada indolencia frente a las carencias y omisiones de su gestión (“el ministerio es tan grande, con muchas cosas que abordar” fue quizá su declaración más desafortunada al respecto, pero no la única), mientras que Bruce estaba recibiendo un trato diferente al que se les había dispensado a otros ministros de este gobierno –como Salvador Heresi o Patricia Balbuena– que fueron retirados sumariamente del Gabinete por situaciones que, al igual que la suya, suponían una perturbación política para el Ejecutivo en general.

No se puede ignorar, de otro lado, que el último domingo, día del anuncio de las renuncias, había aparecido en este Diario la encuesta mensual de Ipsos, en la que la aprobación del presidente Martín Vizcarra registró una caída de 12 puntos porcentuales y en la que la posible corrupción dentro del propio gobierno figuraba como una de las principales razones para ese resultado. El todavía titular de Transportes, por otra parte, acumulaba en el sondeo un 52% de desaprobación.

A pesar, entonces, de que el primer ministro ha aseverado que los ajustes ministeriales no tienen “ninguna relación con la caída del presidente en las encuestas”, hay indicios que apuntan en el sentido contrario.

De cualquier forma, sin embargo, la pretensión de que Trujillo y Bruce han debido dejar sus cargos porque estos requieren una especie de dedicación monográfica que no admite la atención de varios asuntos al mismo tiempo es absurda y luce como un esfuerzo por escamotear los auténticos motivos de una enmendadura política que era reclamada por una importante porción de la ciudadanía. Negar lo obvio nunca ha servido para aliviar los apremios de un gobierno y no vemos por qué esta habría de ser una excepción.

Si había que operar cambios en el equipo ministerial tendría que haberse procedido rápido y con transparencia. Pero, ya que no se hizo lo primero, por lo menos convendría aplicar ahora lo segundo. No es lo que se hizo el domingo por la noche, pero todavía hay tiempo para borrar esa imagen.