Karla Schaefer (Foto: Congreso)
Karla Schaefer (Foto: Congreso)
Editorial El Comercio

La congresista de (FP) no se cuenta entre las integrantes de esa bancada más locuaces frente a los medios. Cuando declara, sin embargo, sus opiniones son claras y tajantes; aunque no siempre bien calibradas con respecto a la realidad. Esta semana, por ejemplo, en una concedida a “Perú 21”, cuando respondía algunas preguntas acerca de cómo debería ser el anunciado ‘Gabinete de la reconciliación’, afirmó que parte de la responsabilidad de la confrontación que ha existido en el último año y medio entre Ejecutivo y Legislativo es de “la prensa”.

“Este nivel de confrontación entre ambos poderes es también responsabilidad de ustedes”, le dijo al periodista que la entrevistaba. Y luego insistió: “Esta polarización que estamos viviendo es por la prensa”.

Requerida de aportar un ejemplo de lo que estaba planteando, la parlamentaria se apresuró a anotar: “Los titulares contra Keiko Fujimori [que] sacan a páginas enteras; la han acusado de todo. Pero, ¿de esas acusaciones cuántas tenían sentencia? Eso es generar odio porque, nos guste o no, acá hay gente simpatizante del fujimorismo y hay que respetar”.

La legisladora, por cierto, es libre de pensar y creer lo que considere adecuado. Pero, bajo ese mismo principio, nosotros somos libres de subrayar todas las ligerezas e inconsistencias en las que, a nuestro parecer, incurrió en ese trance.

Veamos entonces. En primer lugar, hablar de ‘la prensa’ en general es absolutamente gaseoso. Es como si nosotros, para abordar la materia de este editorial, no nos refiriésemos a ella concretamente, sino a ‘los políticos’ o ‘la representación nacional’. Su pretendida precisión sobre “los titulares contra Keiko Fujimori” no ayuda mucho, además, a identificar los medios a los que quiere aludir, porque aquello de “la han acusado de todo” es nuevamente una aseveración universal sin anclaje. Sobre lo que sí arroja pistas, en cambio, es sobre el periodismo ‘respetuoso’ de las simpatías por el fujimorismo que ella juzgaría conveniente.

Más peregrina, sin embargo, es su tesis sobre lo que tales medios dicen y la responsabilidad que ello les acarrearía en la confrontación entre Ejecutivo y Legislativo, porque ello supone que ministros y funcionarios, por un lado, y congresistas, por el otro, son simples víctimas de lo que leen. Una especie de arcilla maleable según la voluntad de los aviesos periodistas que azuzan a unos contra otros, echando a perder lo que de otra manera sería una convivencia pacífica.

Así, si el presidente Kuczynski afirma que en el gobierno no se dejarán “pisar por una mayoría en el Congreso que ganó la primera vuelta y no la segunda, que es la que vale”, o el parlamentario Héctor Becerril sentencia en el pleno que “tenemos un presidente ausente mentalmente” –por citar solo dos ejemplos de ese largo enfrentamiento que vienen rápidamente a la memoria–, el problema no es la carga violenta que esas expresiones entrañan, sino la circunstancia de que los diarios y la televisión las recojan…

Lo absurdo de tal teoría, por lo demás, se hace más evidente si se recuerdan algunos episodios en los que la propia legisladora Schaeffer ha aportado elementos de su cosecha a la áspera relación entre poderes que ahora deplora. No han de haber contribuido al esfuerzo de ‘tender puentes’ que reclama, por ejemplo, sus pasados señalamientos acerca del jefe del Estado en el sentido de que “parece que vive en otro país” o que no puede “utilizar un cargo para encubrirse”. Nada exageradamente hostil, a decir verdad, pero tampoco observaciones cartesianas sobre lo que ocurría en determinado momento en la escena pública; y menos, consecuencias de haber sido soliviantada por ‘la prensa’.

Se diría, pues, que en la polarización que hoy le produce desazón, ella ocupó antes su polo con cabalidad y a conciencia. Y que su afán por trasladarles a otros la responsabilidad en ese conflicto no es, quizás, sino un síntoma más de los tiempos cambiantes que en estos días se viven dentro del fujimorismo.