Editorial: Semilla secreta
Editorial: Semilla secreta

En una clara indicación de que la campaña electoral ya comenzó, hace dos días la congresista lanzó su precandidatura presidencial por el movimiento Sembrar, en un video difundido a través de las redes.

Como se sabe, el movimiento en cuestión forma parte del denominado Frente Amplio, que reúne a varias organizaciones de izquierda entre las que se encuentra también Tierra y Libertad, liderada por el ex sacerdote . Este frente celebrará el 4 de octubre próximo unas elecciones internas en las que Mendoza, Arana y otros competirán para determinar quién será oficialmente el postulante presidencial de todo el conglomerado político.

A la espera de esa definición, sin embargo, es interesante observar y evaluar el tipo de gobierno y las acciones específicas que esta precandidata propone a esa ciudadanía cuyo voto ha solicitado, para empezar, en el proceso interno del Frente Amplio.

Hay que decir que, con prescindencia de las ideas que profese, la señora Mendoza tiene una imagen de honestidad y discreción que ya constituye un elemento de valor en el contexto de la política nacional. Pero gobernar no solo supone conducir el país con indispensable honradez, sino hacerlo también en determinado sentido, y es allí donde –más allá de la etapa inicial de la campaña– lo ofrecido por ella se muestra deficitario.

En el video mencionado, la señora Mendoza insiste en determinados tópicos como el de hacer o construir “juntos un país diferente”, en donde “todas y todos tengan las mismas oportunidades, derechos y deberes”. Y dice también que ese país debe ser un lugar “en el que podamos vivir con dignidad” y en el que “estemos orgullosos de nuestra diversidad”. Precisiones todas muy encomiables y con las que difícilmente, a decir verdad, alguien podría estar en desacuerdo. 

Menciona asimismo la precandidata del movimiento Sembrar lo cansados que estamos todos “de la corrupción, la impunidad y la inseguridad” y, adicionalmente, “de esos que nos ofrecen una cosa y luego –ya una vez en el gobierno, se entiende– hacen otra”. Un perfil del votante con el que, nuevamente, resulta muy fácil identificarse.

Pero, si lo pensamos un momento, tan grave y engañoso hacia los ciudadanos es prometer una cosa y después hacer otra, como no ofrecer nada concreto y luego hacer desde el poder lo que a uno le venga en gana. Y nos tememos que eso es lo que ocurre con la promoción que la señora Mendoza ha lanzado de su opción política: queda en ella muy claro cuál es el tipo de país que no se quiere, pero nada se dice de las medidas concretas que se pretende adoptar para cambiarlo.

Ni una palabra de qué se piensa hacer para acabar con la corrupción y la inseguridad. Pero, sobre todo, de qué se quiere hacer con la economía, con la minería, con el empleo... A la luz del comportamiento político de quienes integran el Frente Amplio es fácil intuir que están disconformes con el ‘modelo’ económico establecido en el país hace ya más de dos décadas, pero nunca definen exactamente qué proponen alternativamente: lo que mueve a sospechar que o bien no lo saben o bien prefieren mantenerlo oculto. Opciones ambas muy malas. 

Gracias al paso de la señora y Fuerza Social por la alcaldía de Lima, además, ya conocemos lo costosa que puede resultar para una comunidad la llegada al poder de una de estas aventuras de izquierda sin planes definidos para gobernar. Ella hablaba de “la esperanza”, como ahora la señora Mendoza habla de la necesidad de sumar “nuestras experiencias y nuestros sueños”. Y si bien frases como esas pueden constituir saludables pastillas para el ánimo, es evidente que distan mucho de ser un plan de acción.

La campaña recién empieza y es de esperar que el cerca de 31% de votos que obtuvo Ollanta Humala tanto en la primera vuelta del 2006 como en la del 2011 sea apetecido y cortejado por proyectos políticos que se ‘sienten’ o entienden de izquierda. Pero esperemos que en los meses que tenemos por delante esas organizaciones y conglomerados sean más específicos respecto de sus planes para administrar el poder y no se queden contentos con decir que quieren sembrar un ‘país diferente’, guardándose la naturaleza de las semillas que piensan utilizar en secreto.