(Foto: AFP)
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Editorial El Comercio

No confunde a nadie el aire despreocupado con el que el sábado el presidente terminó por confirmar en una entrevista radial lo que tantas veces había dado a entender que no era cierto –que tras ser ministro de Alejandro Toledo realizó una asesoría financiera cuyo destinatario final era la empresa y que fue remunerado por ello–. El jefe del Estado estuvo diciendo durante los últimos meses, en el mejor de los casos, medias verdades al respecto y, en esa medida, ha mellado su credibilidad ante la ciudadanía, y se ha fabricado un lío político del que no le será fácil salir bien librado.

Recordemos. En un oficio remitido el 23 de octubre de este año a la Comisión Lava Jato, PPK sostuvo: “Puedo afirmar que no he tenido relación profesional ni comercial con las constructoras brasileñas ni con sus consorciadas peruanas, que públicamente vienen siendo vinculadas al Caso Lava Jato”.

Luego, el 14 de noviembre, a raíz de la divulgación de distintos trascendidos sobre las declaraciones de Marcelo Odebrecht a los fiscales peruanos en el sentido de que su empresa lo habría contratado como consultor en temas económicos para ‘curar las heridas’ que dejó su oposición al proyecto de la Interoceánica cuando era presidente del Consejo Directivo de Pro Inversión (es decir, durante el gobierno de Toledo), el mandatario aseveró en su cuenta de Twitter: “Yo nunca he recibido aporte alguno de Odebrecht para mis campañas electorales del 2011 y 2016. Tampoco he tenido vínculo profesional con Odebrecht”.

Y finalmente, el 30 de noviembre, cuando “Caretas” publicó documentación que lo presentaba como supuesto socio –junto a su compañero de otros emprendimientos de negocios, Gerardo Sepúlveda– de la firma First Capital, que sí había desarrollado una asesoría para Odebrecht, la Dirección de Prensa del Despacho Presidencial emitió un comunicado en el que se decía que la presentación recogida por la revista contenía “información que no es cierta”.

Hace tres días, sin embargo, el presidente de pronto anunció: “Lo que sí es cierto, absolutamente cierto, es que yo he sido asesor financiero de varias empresas cuando tenían que levantar dineros importantes en el mercado. […] A veces, me han contratado para H2Olmos”.
Y más adelante, en alusión a Marcelo Odebrecht, señaló: “Él no me contrató. Lo que sí hemos hecho, a través de otros como First Capital en algunos casos, [es] consultorías para algunos, muy pocos, grandes proyectos”.

En buena cuenta, reveló entonces que, precisamente a través de First Capital, sí había realizado una consultoría solicitada por una empresa –H2Olmos– que dependía de Odebrecht. Y pretender ahora que lo importante es que la contratación no se produjo de manera directa o que la supuesta sociedad con Sepúlveda no existía es tratar de confundir lo esencial con lo accesorio.

¿No podía acaso el presidente hacer esas precisiones al tiempo de admitir que la asesoría había existido y que había sido prestada valiéndose de la estructura de la firma con la que se lo estaba relacionando? ¿Tiene alguna relevancia el detalle de que no fue Marcelo Odebrecht personalmente quien lo contrató? ¿Alguien en realidad imaginaba que eso podría haber sido así?

Y por otra parte, ¿qué imagen deja ahora su negativa a recibir a la Comisión Lava Jato? ¿La de un mandatario que quiere preservar la institucionalidad de su cargo, como tantas veces se dijo, o la de un político que quiere evadir preguntas y repreguntas incómodas?
Si, como el propio jefe del Estado advirtió días atrás, alguien quiere amenazar la democracia en busca de réditos políticos, bien haría él en no facilitarle la tarea.