El largo declive de Venezuela, por Ian Vásquez
El largo declive de Venezuela, por Ian Vásquez
Ian Vásquez

IAN VÁSQUEZ
Instituto Cato
 
Con el arresto esta semana de Leopoldo López, líder emblemático de la oposición venezolana, y la represión generalizada contra las protestas estudiantiles, no cabe duda de que la dictadura venezolana se está recrudeciendo. Es cierto que la situación actual es producto de las políticas puestas en marcha por Hugo Chávez, pero el declive de Venezuela empezó mucho antes que llegara el caudillo. La experiencia de ese país sirve de lección a cualquier nación que no quiera caer en la misma barbarie.
 
En el siglo XX, Venezuela experimentó un desarrollo asombroso. Según los economistas Ricardo Hausmann y Francisco Rodríguez, creció en promedio 6,8% por año entre 1920 y 1948. “Para 1970, Venezuela se convirtió en el país mas próspero de América Latina y en uno de los veinte países mas ricos del mundo”.Lamentablemente, en esa misma década comenzó su colapso económico. Entre 1978 y el 2001 el ingreso no petrolero por persona cayó en más del 18%.
 
¿Qué fue lo que pasó? Venezuela empezó a sufrir un caso clásico de la maldición de los recursos. La bonanza petrolera de los setenta se usó para financiar un aumento significativo en el tamaño del Estado y un amplio intervencionismo que resultó perjudicial para el crecimiento. Para el periodista venezolano Carlos Ball, la “fecha fatal” fue enero de 1976, cuando Carlos Andrés Pérez nacionalizó el petróleo, lo cual “significó un cambio radical; por primera vez desde la muerte del general Gómez [1935], el poder político y económico residía nuevamente en las mismas manos: en las del jefe del Estado”. Fue así como la libertad económica, comparativamente alta en las décadas anteriores, aceleró su caída de largo plazo.
 
Ya en los ochenta, el intelectual Carlos Rangel atribuía la “hipertrofia del Estado” en su país al petróleo y al socialismo, dos factores que siguen jugando papeles protagónicos en el drama venezolano. Como otros países latinoamericanos, Venezuela padeció de crisis económicas en esa década. A diferencia de la tendencia regional, sin embargo, en los noventa Venezuela no dio un viraje claro y decidido hacia políticas liberales. Más bien se implementaron reformas tímidas y a medias, y algunas de esas incluso luego fueron revertidas.
 
El Estado rentista, con su clientelismo y patronazgo político tan arraigado, se impuso sobre la idea de promover una economía de mercado. Lo que sobrevivió fue la cultura política de la que advertía Rangel y que culpaba al mercado por los males sociales. Chávez fue producto y continuación de esa tradición. La enferma democracia venezolana le preparó la mesa a Chávez, quien simplemente intensificó la concentración de poder con la ayuda de una nueva bonanza petrolera.
 
Los resultados han sido desastrosos. A pesar de que se estima que el régimen recibió un billón (un millón de millones) de dólares en ingresos petroleros desde 1999, la economía está en crisis con apagones eléctricos y escasez de productos básicos, la inflación más alta del mundo, constantes devaluaciones, un tipo de cambio oficial (6,3 bolívares por dólar) lejos de su valor real (mas de 85 bolívares en el mercado negro), uno de los niveles más altos de corrupción en el mundo, una criminalidad fuera de control (en 1999 hubo cerca de 6.000 homicidios; en el 2013, la cifra alcanzó casi los 25.000), una caída importante en la producción de petróleo, y una pérdida significativa de libertades civiles, económicas y políticas.
 
Es fácil, y a veces hasta pasa desapercibido al principio, transitar de la prosperidad relativa al subdesarrollo. Crear riqueza es lo que cuesta mucho esfuerzo y trabajo de largo plazo. Los países con economías ricas en recursos naturales —como el Perú, Colombia y Chile— deben siempre tener muy presente las lecciones del mal ejemplo venezolano.