¿Déficit o tremendismo?, por Richard Webb
¿Déficit o tremendismo?, por Richard Webb
Richard Webb

El científico busca conocer al mundo; el activista, cambiarlo. Pero una de las tácticas del activista es disfrazarse de científico. Antes, la retórica del luchador social se remitía a los principios filosóficos y éticos, y a los ejemplos de la historia. Hoy, la persuasión es más técnica: las causas se defienden con estadísticas. Y entre ellas, las más poderosas son los datos que identifican un “déficit”. 

Un reportaje reciente del diario “”, por ejemplo, citó la alarmante existencia de un déficit de 1,5 millones de viviendas en el país. Otro reportaje citó a un empresario inmobiliario que afirmaba que el déficit habitacional era de 1,8 millones, mientras que un tercer reporte, del , aseguraba que el déficit era de “casi dos millones”. Todo ello ilustra cómo las estadísticas de carencias sociales son propaladas no solo por activistas, sino también por empresarios en busca de negocio, así como por medios de comunicación en busca de noticias que interesen al lector. 

¿Pero qué es un déficit de viviendas? ¿Gente que duerme en la calle? Según los censos de población, las viviendas parecen sobrar más que faltar: el número de viviendas desocupadas ha aumentado desde 1% en 1981 a 4% en 1993, y a 6% en el 2007. En siete regiones, la tasa de desocupación supera el 10%. Las provincias de Cajatambo, en la región Lima, y Jorge Basadre, en Tacna, registran 17% de viviendas desocupadas. Las viviendas sobran incluso en ciudades como Arequipa, Ica, Chiclayo, Piura y Trujillo, con tasas de desocupación de entre 4% y 7%. Crece el número de familias dueñas de más de una residencia, no solo los ricos con casa de playa, sino también pobladores rurales que, además de casa en la chacra, tienen un segundo hogar en un pueblo o ciudad. 

Ciertamente, es posible hablar de un déficit debido a la mala calidad o pequeñez de muchas viviendas, pero entrar en tales explicaciones relativistas diluiría el impacto retórico que tiene un ‘déficit’, término que sugiere la precisión de un faltante absoluto y evoca una situación de emergencia.

Otro déficit se refiere a la falta de infraestructura. Un estudio estima, por ejemplo, que al país le falta invertir US$7.375 millones para tener los caminos que necesita. Sin embargo, la cifra resulta ser una suma de obras previstas por el gobierno y no un cálculo técnico del esfuerzo que, una vez realizado, nos permitiría respirar tranquilos y decir “ahora sí ya no falta ningún camino en el país”. Y cuando el anuncia que la brecha de infraestructura de riego suma S/.7.000 millones no explica si la cifra incluye los cientos de kilómetros de canales ya existentes que son mal o poco aprovechados por falta de mantenimiento. ¿Lo que falta es cemento o gestión? 

El tremendismo del déficit quizá responde a una buena intención, pero lo más llamativo no siempre es lo que debe servir de pauta para la acción. Hablar de millones de viviendas faltantes es justificar costosos programas de construcción masiva en vez de mejorar selectivamente las viviendas más frágiles.