Donald Chávez, Hugo Trump, por Enzo Defilippi
Donald Chávez, Hugo Trump, por Enzo Defilippi
Enzo Defilippi

Quizás sea porque viví en Venezuela durante los primeros años del chavismo, pero no puedo evitar recordar a Hugo Chávez cuando escucho a Donald Trump. No sé si sean los modales, las mentiras, la prepotencia o algo más, pero algo de Chávez veo en Trump.

Como sabemos, Chávez fue un político tremendamente carismático para un segmento de la población invisible para el ‘establishment’, que supo canalizar el resentimiento que provocaba ese ninguneo para sus fines políticos. El caso de Trump no es muy diferente. Gran parte de sus votantes fueron las clases medias y bajas golpeadas por la globalización, para quienes los culpables de que sus decrecientes niveles de vida son los políticos tradicionales (corrompidos por las grandes corporaciones) y los inmigrantes que les roban sus empleos. 

Chávez se hizo famoso por proponer soluciones simplonas a problemas complejos. ¿Hay inflación? ¡Congelen los precios! ¿Escasean los alimentos? ¡Obliguen a los comerciantes a venderlos! ¿Se niegan? ¡Exprópienlos! Trump no es muy diferente. Como el venezolano, sus políticas se enfocan en atacar los síntomas y no las causas de los problemas. ¿Inmigración ilegal? ¡Construyamos un muro! ¿Terrorismo islamista? ¡Que no entren más musulmanes! ¿Producir en Estados Unidos es caro? ¡Impuestos a quienes producen fuera! Nada que solucione realmente los problemas.

Si bien es común escuchar a políticos estirar la verdad, lo que me sorprende de Trump (como me sorprendía de Chávez) es su capacidad para mentir descaradamente sin perder votos. Inclusive cuando las falsedades son obvias, como cuando negó haber dicho que el cambio climático era una creación china para que la industria estadounidense no sea competitiva. Y allí está su tuit, en blanco y negro, para contradecirlo. Es por él que ‘posverdad’ se convirtió en la palabra del año 2016.

Quizás sea por el uso sistemático de la mentira como herramienta política que muchos ataques de Trump se hayan dirigido a la prensa (otro paralelo con Chávez). Las cadenas CNN y MSNBC, los diarios “New York Times” y “Washington Post”, la revista “Politico”, así como periodistas particulares (inclusive una perteneciente al bastión republicano Fox News), han sido atacados por el solo hecho de cuestionarlo. Hasta ha amenazado amordazar a los medios cambiando las leyes para que sea fácil demandarlos por difamación.

Por suerte, nada de esto quiere decir que Trump vaya a llevar a su país al descalabro que vive Venezuela. Chávez pudo hacerlo porque nunca enfrentó instituciones fuertes que se lo impidieran. Estados Unidos, en cambio, es un país con un Poder Judicial sólido y autónomo que podrá limitar los excesos que su nuevo presidente piense cometer.

Lamentablemente, esto tampoco quiere decir que no pasará nada. Lo más probable es que Trump use la influencia política y militar de su país para perseguir intereses estadounidenses (en su definición más estrecha), sin importar las consecuencias sobre el resto del mundo. De hecho, los mercados internacionales, inicialmente cegados por las promesas de rebajas de impuestos y millonarias inversiones públicas (que aún no explica cómo pagará), ya empezaron a tomar nota. 

Lo bueno es que, a diferencia de Chávez, Trump se irá en ocho años como máximo. Esperemos que para entonces los daños que le haya hecho al mundo no sean irreparables.