Galarril y Becerreta, por Franco Giuffra
Galarril y Becerreta, por Franco Giuffra
Franco Giuffra

No es fácil entender qué pasó con el congresista don Luis Galarreta. Tiene 45 años y ya ha dado la cara por tres partidos distintos: Renovación Nacional, el PPC y ahora Fuerza Popular. Más intrigante es la mutación sufrida desde sus años como presidente de la Comisión de Economía del Congreso hasta su condición actual de vocero del fujimorismo. Un tránsito desde la mesura hacia el desenfreno. Ha sido aliado de PPK hace pocos años y ahora es uno de sus opositores más rabiosos. La mímesis de otro fujimorista destemplado, don Héctor Becerril.

También es un enigma qué pudo estar haciendo cuando a sus 19 años salió elegido Fujimori y durante toda la década posterior. Tiene que haber sido algo que lo desconectara de las noticias de la vida nacional. De otro modo no se comprende cómo puede ignorar su genealogía política y los antecedentes de su partido.

Ahora todo lo ve malo, desenfocado, rumbo al fracaso. El gobierno tiene 100 días y ya está desahuciado, envuelto en un remolino de dislates y contaminado íntegramente por la corrupción. Si el presidente anuncia algo, le faltó el cómo. Si dice el cómo, le falta el cuándo y si dice el cuándo, resulta que nada de lo anterior es una novedad. 

No encuentro en el señor Galarreta ningún afán por construir algo mejor para el Perú. Hay opositores ideológicos, hay adversarios con entendimientos distintos de cómo avanzar y hay políticos que saben negociar con sus contrincantes. No veo nada de eso en Galarreta. 

Claro que tiene derecho, y mucho, para criticar, sobre todo los brotes tempranos de corrupción del gobierno ppkausa. Ese doctor Moreno negociando con la salud de los pobres es nauseabundo. Y las personas que lo pusieron en Palacio tuvieron un pésimo juicio. Pero no es verdad que todo el gobierno esté sumido ya en la indecencia, irrecuperablemente perdido en manos del malhacer.

Finalmente, hay roles que a algunas personas u organizaciones no les sientan bien. Poses, trajes y vestidos que no les permiten lucir su mejor figura. El fujimorismo exigiendo decencia y honestidad es un ejemplo. No sugiero que se abstengan, simplemente que busquen otros atributos de su marca porque en esa materia no van a conectar con el consumidor.

No puede olvidar el señor Galarreta que el mismo Alberto Fujimori fue rankeado por Transparencia Internacional como el séptimo presidente más corrupto del mundo, en su informe del año 2004. Tampoco que el récord galáctico de putrefacción lo tiene ganado Vladimiro Montesinos para toda la eternidad.

En su memoria tienen que resonar los nombres de Víctor Joy Way, César Saucedo, Jorge Baca Campodónico, Nicolás de Bari Hermoza, Antonio Ibárcena Amico, José Villanueva Ruesta, Blanca Nélida Colán, Alejandro Rodríguez Medrano, Elesván Bello, Julio Salazar Monroe y otros 200 ciudadanos procesados, condenados o encarcelados por corrupción durante el fujimorato.

Si no recuerda esos nombres, puede conectarse a You Tube para ver cómo el fujimorismo llegó a construir una red mafiosa de operaciones políticas y económicas, en donde la bancada congresal discutía con Montesinos los planes para copar los poderes del Estado de una manera que nunca antes conoció el país. Usando dinero público para comprar todo: periodistas, congresistas, jueces, fiscales, ministros, futbolistas, empresarios.

Ojalá Luis Galarreta vuelva a ser el congresista ejemplar de sus años mozos. Tendría que empezar por repasar la historia de su partido y asumir su vocería con humildad, porque el fujimorismo tiene mucho por exigir, pero mucho más por lo cual pedir perdón.