(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Enzo Defilippi

El incremento del Impuesto Selectivo al Consumo (ISC) decretado la semana pasada ha generado la reacción contraria de las empresas que comercializan los productos afectados: cigarrillos, bebidas alcohólicas, bebidas azucaradas, combustibles y vehículos. 

Yo creo que se trata de una decisión correcta. Es un hecho que estos productos generan costos a la sociedad. También, que lo que aportan es una fracción muy pequeña de ellos (en el caso de los cigarrillos, por ejemplo, solo se recauda el 9% de los gastos de salud generados por su consumo). 

Los afectados dicen que esta subida perjudicará la actividad económica. Eso puede ser cierto en el sentido estricto, pero no implica que se trate de un error. Es como cerrar una fábrica que contamina. Hacerlo genera un impacto económico negativo (hay gente que pierde su empleo) pero no cerrarla genera uno peor, pues la contaminación es un costo mayor que la fábrica nos está imponiendo a los demás.  

En el caso de los cigarrillos, la evidencia sugiere que el aumento del ISC del 2016 trajo resultados positivos. En ese año, el número de mujeres adultas que fumaban diariamente se redujo en 8% y su consumo disminuyó de 3 a 2 cigarrillos diarios. El consumo entre escolares, que era de casi 13% en el 2012, se redujo a 9% en el 2017.  

Las tabacaleras dicen que esta medida generará contrabando. Puede ser, aunque el Gobierno ha anunciado medidas al respecto. Lo curioso es que, según el INEI, estas empresas subieron sus precios 70% (¡!) entre el 2009 y abril del 2016, y desde junio de ese año (después de que los precios ya habían incorporado la anterior subida del ISC) los aumentaron 10% más. Es decir, el contrabando solo parece ser un problema para ellas cuando los precios aumentan para pagar los costos que generan a la sociedad, no cuando lo hacen para aumentar sus ganancias.  

Si bien apoyo la decisión del MEF, no creo que esté exenta de errores. Un aspecto que no comparto es la eliminación del ISC a las camionetas pick-up. Por un lado, porque va a generar una distorsión contraria a la orientación general del impuesto (van a ser artificialmente más baratas que un sedán que contamina menos). Por otro, porque el argumento de que son un bien de capital no es convincente. Si esa fuese la razón solo se le hubiese eliminado a quienes las usan como bien de capital (las empresas) no a todos. Y si lo que se busca es abaratar la inversión, hay otras opciones. El ISC no es la herramienta adecuada para ello. Espero que lo replanteen. 

Dicen que lo único que ha querido hacer el MEF es aumentar la recaudación, no buscar objetivos ambientales o de salud pública. La verdad es que el ISC sirve para ambas cosas. Además, es preferible reducir el déficit fiscal así, con medidas de impacto acotado, que con ajustones como el de fines del 2016, que produjo un frenazo en la economía y agravó el problema fiscal. 

No es posible dirigir un país contentando a todos. Lo que se espera de un gobierno responsable es que tome las decisiones correctas a pesar de su impopularidad. El MEF lo ha hecho y eso hay que reconocerlo.