¿Mercado fronterizo o sin fronteras?, por Franco Giuffra
¿Mercado fronterizo o sin fronteras?, por Franco Giuffra
Franco Giuffra

El mercado es implacable. Uno puede llenarse la boca de proclamas patrióticas o bien intencionadas, pero al final la lógica de la oferta y demanda termina por instalarse tarde o temprano.

Lo acabamos de ver en la subasta de La Oroya y en la licitación del , que resultaron sin postores, a pesar de que eran “estratégicas” y no obstante nuestros buenos deseos. Como bien recuerda la sabiduría popular, el análisis económico se impone, eventualmente, de la misma forma que billetera mata galán.

Algo parecido se cierne ahora sobre nuestro mercado de capitales. Una advertencia de podría dar un tiro de gracia a nuestra alicaída . Si finalmente nos degradan a “mercado fronterizo”, será difícil convencer a los inversionistas extranjeros de no modificar sus reglas de asignación de activos y seguir apostando por nuestras acciones. 

No es la única sombra que se cierne sobre nuestra querida BVL. El reciente zafarrancho bursátil internacional ha recordado al mundo que ni siquiera los chinos pueden crecer para siempre a tasas espectaculares. 

La desaceleración de China traerá una cola de menor demanda de commodities mineros, precisamente la especialidad de buena parte de las empresas que cotizan en la BVL. Si a ello se agrega la presumible alza de interés que podría anunciar la Reserva Federal gringa, no es difícil imaginar a dónde se irán los dólares.

Luego están nuestros propios demonios: la incertidumbre de un año electoral y las estimaciones de crecimiento modesto del PBI para los próximos años. Con todo eso en la coctelera, hay que ser bien caradura para pronosticar que nuestra bolsa está ad portas de un rebote técnico, que los fundamentos son sólidos y que debemos seguir los consejos de y salir a comprar cuando todos huyen espantados.

La verdad es que la BVL ha caído 50% en los últimos tres años y 35% en los últimos cinco. Son argumentos complicados para atraer nuevos inversionistas poco sofisticados. Han crecido los aportes a los fondos mutuos, por cierto, pero toda esa plata nueva está en fondos de cortísimo plazo o de renta fija.

Mirando hacia adelante, digamos los siguientes 12 o 18 meses, lo más sensato para un inversionista ‘retail’ es mantenerse fuera de la cancha y mirar el partido tranquilo. Si alguien quiere timbear sus ahorros, que se vaya mejor al casino.

En el largo plazo, quizá lo mejor es deshacernos de la idea de tener una bolsa local importante y abrir las opciones de inversión más allá de nuestra pequeña economía. La integración de la BVL con las de Chile y Colombia es una cosa buena en ese sentido. Por cierto, hay que homologar la cuestión tributaria.

También ayudaría que sea más fácil invertir en valores extranjeros, reduciendo los costos de transacción y divulgando la información sobre otros mercados. Tendría que ser más fácil poner plata en la Bolsa de Nueva York, por ejemplo, o tener más de sus acciones listadas localmente. Otra iniciativa interesante sería distribuir más ampliamente fondos mutuos de entidades internacionales y facilitar el acceso a los populares Exchange Traded Funds.

El capital y la rentabilidad no deberían tener banderas. Hay que permitir a la gente invertir en Lima, Tokio o Fráncfort. Las casas de bolsa y los reguladores harían bien en abandonar la mentalidad provinciana y mirar un poco más allá de nuestras fronteras, en beneficio de los inversionistas.