Fusiones y adquisiciones
Fusiones y adquisiciones
Iván Alonso

Que pronto tendremos una es algo de lo que no nos cabe duda. El Congreso la quiere; el gobierno, también. Con qué objeto, eso es otra cosa. Supuestamente, para impedir aquellas fusiones que puedan derivar en una reducción de la oferta y un aumento de los precios en perjuicio del . Pero pregúnteles usted a las autoridades qué fusiones ha habido en el Perú que hayan causado perjuicios al consumidor, y no sabrán responderle.

A falta de ejemplos locales, se ha mencionado en el debate sobre el tema el caso de U.S. Steel, la gigantesca corporación formada en 1901 mediante una “combinación de combinaciones”, como dijo un juez. Se trataba de una fusión de 12 compañías que, a su vez, habían nacido de la consolidación de 180 acerías con un total de 785 plantas. En su primer año de operación U.S. Steel controlaba el 65% de la producción de acero crudo en los Estados Unidos.

En aquella época no existía el control previo de fusiones (y no existiría por otros 75 años). Sin embargo, en 1911 el gobierno norteamericano demandó a U.S. Steel por violación de la ley Sherman, que prohíbe los actos de monopolización que tengan por efecto una “restricción del comercio”. Una curiosa imputación porque, desde el momento de la fusión, la producción de hierro fundido, el paso previo en la fabricación del acero, se había incrementado en 50% y siguió incrementándose posteriormente. Su precio, ajustado por inflación, había bajado 30%. La participación de mercado de U.S. Steel se había reducido en diez puntos porcentuales y siguió reduciéndose después. Cuando el caso llegó a la Corte Suprema, en 1920, U.S. Steel tenía tan solo el 45% del mercado. No es extraño que la Corte Suprema reafirmara la sentencia unánime de la corte distrital, que había desestimado la demanda.

Resulta interesante que, a pesar de que la sentencia fue unánime, la corte distrital estaba dividida en sus argumentos. Dos jueces sostenían que detrás de la creación de U.S. Steel no había una intención de monopolizar el mercado ni de restringir el comercio, sino una tendencia a la consolidación de la industria, debida a las nuevas condiciones tecnológicas. Los otros dos jueces creían que sí hubo un intento de monopolización, pero que se subestimaron las dificultades de lograrla. De una u otra forma, los cuatro se mostraron escépticos sobre el poder de mercado que una fusión supuestamente confiere.

Antes, en los Estados Unidos, cuando los casos se resolvían judicialmente, luego de consumadas las fusiones, quedaba evidencia sobre sus efectos. Hoy, con el control previo, no es fácil saberlo porque conocemos solamente una parte de la historia; y la parte que no conocemos es justamente la que más nos interesa: ¿realmente habrían causado aumentos de precios las fusiones que no se aprobaron?

En el Perú estamos más cerca de aquella era pasada. Hemos comentado hace algunas semanas que, diez años después de la fusión de las dos principales compañías cerveceras, la producción se había más que duplicado y los precios habían bajado 36% en términos reales. Ha transcurrido ya más de un año desde que se fusionaron dos grandes cadenas de farmacias y otras dos de grifos, pero hasta ahora los índices de precios de las medicinas y los combustibles que publica el INEI no muestran ningún aumento más allá de la inflación.