"Si con esta disidencia el travieso Kenji logra quebrar el liderazgo de su aplicada hermana, tendrán que asumir que, para bien o para mal, el fujimorismo no existe sin los Fujimori".
"Si con esta disidencia el travieso Kenji logra quebrar el liderazgo de su aplicada hermana, tendrán que asumir que, para bien o para mal, el fujimorismo no existe sin los Fujimori".
Patricia del Río

“¿Por qué tanto interés por Kenji?”, “Esta es una movida de sus asesores”, “A él solo le interesa sacar a su padre de la cárcel”. Estos son solo algunos de los argumentos de quienes están furiosos con el benjamín de la familia Fujimori. Kenji irrita a esa fracción de Fuerza Popular que ve en Keiko la única lideresa capaz de encabezar ese grupo político y algún día colocarse la banda presidencial. Pero, ¿se está convirtiendo Keiko en la Alan García de su partido? ¿Ha logrado la fortaleza para erigirse como cabeza única e indiscutible del fujimorismo?

Recordemos que por años en el Apra no existía la posibilidad de que alguien ocupara el lugar de García. Más allá de las antipatías o simpatías que despierte, a García Pérez nadie se atrevía a discutirle su liderazgo dentro del partido de la estrella. El caso de Keiko Fujimori ha sido algo distinto: su liderazgo no nació arengando en las calles y plazas del Perú. A Keiko siempre le bastó ser hija de Alberto para ocupar un lugar que en otras agrupaciones políticas se consigue con esfuerzo.

La relación de Keiko con la figura de su padre, ya lo hemos dicho antes, ha sido cambiante y ha respondido a la necesidad de forjar un partido político cuya base es “el lado bueno” del gobierno de Alberto, sobre el cual se monta la “pátina democrática” que aporta la hija. Y digamos que caaaasi lo estaba consiguiendo hasta que apareció el maretazo Kenji, que todavía no califica como tsunami, y dejó en evidencia que después de quince años intentándolo, el puesto de reina del fujimorismo, Keiko no lo tiene asegurado.

El éxito de Kenji, entonces, no está en sus fortalezas o muñeca política (que sin una buena asesoría ni siquiera asomarían) sino en la facilidad con la que desnuda la fragilidad de su hermana, convirtiéndola en una política que solo encuentra en el castigo y la exclusión la solución a un problema interno que, la verdad, tampoco es tan grave (para verdaderos pleitos consúltense los de la izquierda o los legendarios del Apra).

Para alguien, cuyo liderazgo se construyó sobre la base de un apellido, basta que se le subleven los parientes para que todo se vaya un poco al cacho. Kenji ya hizo su parte, y ahora se le ha sumado nada menos que el patriarca. Alberto Fujimori, el palo del cual salen todas las astillas, el dueño del apellido y el personaje por el cual existe Fuerza Popular, con su mototaxi y sus advenedizos, ha defendido a Kenji y ha dejado a Keiko más descolocada que nunca.

Dicen los fujimoristas que Fuerza Popular es más que un apellido, que Keiko ha logrado con mucho esfuerzo construir un perfil propio. Puede ser. Pero si con esta disidencia el travieso Kenji logra quebrar el liderazgo de su aplicada hermana, tendrán que asumir que, para bien o para mal, el fujimorismo no existe sin los Fujimori… sin Kenji Fujimori, sin Alberto Fujimori.