coima
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Rolando Arellano C.

¿Hemos pensado en cuánto de la del Poder Judicial que hoy nos escandaliza se nutre de nuestras cotidianas acciones delictivas, como pasarnos un semáforo o tirar papeles a la calle? Si lo hacemos resultará evidente que para mejorar al país, más que solo indignarnos por lo que pasa, se necesita de nuestro compromiso personal a actuar. Veamos.

En unos días festejaremos los 197 años de independencia con el pesar de tener instituciones deficientes, Congreso, municipios, Ejecutivo y administración de justicia, a las que culpamos de nuestra dificultad de crecer, sin darnos cuenta de que ellas son consecuencia y no causa de nuestras deficiencias. De hecho, así como hoy nos quejamos de lo mal que funcionan los ministerios, de que los congresistas sean poco preparados y de que haya jueces corruptos, debiéramos reconocer igualmente que esos problemas no surgen de manera independiente a nosotros, pues somos los individuos, la sociedad, los que creamos las instituciones, y no a la inversa.

Así, es erróneo creer que los culpables de nuestras pistas malogradas y parques sin flores son los malos alcaldes, pues nosotros los ciudadanos los elegimos y les dimos poder siendo poco confiables. ¿Que nos pudimos equivocar? Sí, y una o dos equivocaciones serían comprensibles, pero cuando se repiten sin interrupción, el problema es quien elige. Por otro lado, si hoy pedimos autoridades honestas, ¿cuándo fue la última vez que inculcamos a nuestros hijos el valor de servir honestamente al país, para atraer a las mejores personas al servicio civil y a la política?

Por ello, siendo entendible la indignación de quienes salen a marchar protestando por la desastrosa situación del Congreso o del Poder Judicial, debe evitarse que esa queja se convierta en una especie de lavado de manos de quienes marchamos. Porque la protesta sin acción posterior de mejora implica echarle la culpa a otros de los problemas y puede derrumbar instituciones, pero no las construye.

Por ello, este próximo, más que solo de queja o de celebración, debería ser una jornada de reflexión sobre nuestra responsabilidad social. Y así como cada Año Nuevo hacemos promesas de cambio en nuestra vida, sería ideal si este 28, junto al saludo tradicional de felices fiestas, hiciéramos una promesa de mejora.

Si las asociaciones, instituciones públicas, empresas, grupos de amigos, familias o simplemente individuos decidiéramos públicamente que no daremos coimas, que enseñaremos a nuestros hijos a respetar al policía o que votaremos conscientemente, sería un gran avance. Porque solo con el compromiso personal evitaremos que se generen las instituciones que hoy nos avergüenzan ¿Cuál será su promesa civil este 28?