Usted es de derecha, por Carlos Meléndez
Usted es de derecha, por Carlos Meléndez
Carlos Meléndez

Si cree que la administración de la economía debe seguir el modelo dominante de políticas de mercado, usted es de derecha. Si cree que vamos directo sin parar ‘one-way’ a la OCDE y que debemos privatizar Petro-Perú y Sedapal, usted es de derecha. No tenga miedo en identificarse como tal; ser de derecha no es pecado. Ahora, en el Perú se pueden agrupar al menos dos tipos de derechas según sus convicciones programáticas.

Por un lado, si usted suma a sus certezas anteriores que “fumarse un troncho no es el fin del mundo” y está a favor del matrimonio homosexual y del aborto, pertenece a una derecha moralmente liberal. No se confunda, no se alucine tan “progre” (ni siquiera porque reclame “más presencia estatal”). Sigue siendo de derecha, pero con un toque ‘hipster wannabe’. Por otro lado, si usted suma a su defensa del modelo económico, el respeto a los valores tradicionales de la familia y el apego a soluciones “mano dura” para enfrentar conflictos sociales, pertenece a una derecha conservadora. Es decir, no caben dudas de que es de derecha, pero además profesa un sesgo de “radical prominero”. Estas dos versiones de derecha son dominantes en el Perú y gobiernan desde hace décadas.

El problema con la derecha peruana en el poder –Ejecutivo y Legislativo– es que no tiene vocación republicana más allá de sus enunciados. La derecha que reivindica sus sueños republicanos –trace una línea imaginaria que una las candidaturas presidenciales de Vargas Llosa, Pérez de Cuéllar, Kuczynski– ha demostrado una firme defensa de la democracia. Sin embargo, falla en dos puntos claves: no siempre respeta el pluralismo político (sus rivales ideológicos siempre serán fujimoristas “corruptos” e izquierdistas “enemigos del desarrollo”) y no se atreve a construir instituciones políticas (ni siquiera un partido político enraizado). Emplea su elitismo clasista como instrumento de dominación.

La derecha conservadora parecería no tener convicciones institucionalistas aunque sí emprende proyectos de construcción partidaria (como Fuerza Popular). Solo critica autoritarismos de izquierda, no ha digerido el cambio de época –sigue atrapado en dicotomías de Guerra Fría– y confunde la garantía de Estado de derecho con la profundización de la mano dura. Aunque un sector de ella se esfuerza en convencer de su evolución democrática, la sombra del pasado seguirá siendo una mochila pesada. Su pretensión de arraigo popular la lleva a posiciones antiestablishment. Le falta esa sofisticación intelectual que alguna vez ensayó.

Ya sea por enclaustramiento clasista o por antielitismo, las dos versiones de derecha peruana (complementarias) están estancadas. Ambas se han creído el cuentazo de que “no es necesario un debate ideológico” (PPK dixit). Celebran –equivocadamente– que hemos llegado al final fukuyamista de la historia peruana (insertar risas). Están satisfechas con un “piloto automático” que aplaude que el crecimiento económico de Apurímac es bravazo y a la vez justifican que le metan bala a un ciudadano comunero de Las Bambas. (Todo en la misma semana). Mientras siga defendiendo el statu quo, usted perpetuará una derecha sin futuro.