(Foto: Alonso Chero)
(Foto: Alonso Chero)
Patricia del Río

Nos negaron el derecho a voto porque éramos consideradas seres inestables incapaces de elegir con responsabilidad a los gobernantes. Hoy votamos libremente, y a pesar de las dificultades cada vez son más las mujeres que buscan ser elegidas en cargos de representación.  

Nos dijeron que íbamos a arder en el infierno por usar métodos anticonceptivos y por no tener todos los hijos que Dios tenía a bien mandarnos. Hoy seguimos vivas, sin que nos haya partido un rayo, con la posibilidad de decidir cómo y cuándo formar una familia. 

Quisieron relegarnos a las actividades domésticas, nos dijeron que lo nuestro era la cocina, que nuestro lugar estaba en casa. Hoy cada vez más niñas acuden a los colegios, cada vez más chicas llegan a la universidad, cada vez más profesionales ocupan cargos importantes en las empresas. 

Pretendieron que jugáramos a la ronda, solo bailáramos ballet y nos dedicáramos a actividades “femeninas”. Hoy nuestras deportistas más destacadas surfean, levantan los puños en un ring de box y ganan medallas a patada limpia en karate y muay thai. 

Nos hicieron creer que éramos individuos de segunda categoría, que los hombres nos podían tratar como objetos, que el maltrato era parte de la convivencia con la pareja. Hoy el mundo mira estupefacto a millones de mujeres marchando, gritando, diciendo basta y denunciando a sus agresores. 

Creyeron que nos podían obligar a “pagar” con favores sexuales nuestro derecho a acceder a espacios laborales. Hoy vemos cómo carreras profesionales de poderosos y famosos se derrumban por haber humillado a quienes solo querían trabajar. 

Sostuvieron, durante años, que los “halagos” en las calles eran piropos, que cada palabra soez recibida en la vía pública era una forma de galantería. Hoy reconocemos ese comportamiento como “acoso sexual callejero”, sabemos que no es normal y que tenemos derecho a denunciarlo.  

Nos culparon por ser provocadoras, por incitar al hombre, por no saber cuidarnos cada vez que fuimos víctimas de una agresión sexual. Hoy estamos aprendiendo que no es no, y que no importa cómo vayamos vestidas o por qué calle transitemos, no existe ninguna justificación para ser violadas.  

El mundo tal como lo conocíamos no existe más. Aunque muchas de estas conquistas sean parciales, aunque falte un gran camino por recorrer, aunque millones de mujeres sigan sufriendo maltrato, violaciones e injusticias, el cambio está en marcha y nada ni nadie podrá detenerlo. Las mujeres hemos dicho basta y vamos a pelear por lo que nos corresponde. Ya es hora de que el mundo comprenda que vamos por más, mucho más…