Estilo y gobierno, por Mariella Balbi
Estilo y gobierno, por Mariella Balbi

Muchos experimentamos cierta reticencia al escuchar expresiones tipo “la pelota está en su cancha” cuando se refieren al quehacer político porque son poco útiles e inconvenientes para la vida nacional. Imposible aplicar la estrategia pelotera a nación alguna.

Por eso resulta chocante que ante críticas sólidas y lamentablemente reales sobre la marcha de nuestra economía, el presidente de la República –aquel que debe velar por todos los peruanos– diga que el sector privado no apuesta por el país. O que solo lo hace en momentos en que “la tienen fácil”, que “no quiere asumir riesgos”. Finalizando sus declaraciones con un tosco comentario: “Un poco más y este gobierno les va a dar respiración boca a boca”.

Un mandatario que se sulfura ante las críticas sobre la marcha de su gobierno refleja que no está dispuesto a escuchar. Peor aun, nos confirma que no toma en cuenta los números. Inevitablemente, dos más dos siempre serán cuatro, pese al tono marcial del presidente Humala. Un crecimiento del PBI de 2,6% en el 2104 y de 2,5% para este año es malo, pésimo para un país que iba bien. 

El mandatario parece no entender que si economistas, políticos, empresarios e inversionistas se preocupan por el mal manejo económico no es para reprobarlo ni vilipendiarlo. Un país está por encima de quien lo gobierna. Adicionalmente, el estilo ‘esquinero’ no es adecuado para un presidente. Descalificar al economista Roberto Abusada, a quien entrevistamos, afirmando “que de repente representa a un grupo empresarial que no ha ganado una adjudicación” es penoso.  

Nos recuerda que este gobierno no usa argumentos, cifras, propuestas, sino que se ha dedicado en estos cuatro años a oprobiar y afrentar a quienes no son de su círculo de lisonjeros. Pero el estilo ‘achorado’ y confrontacional del presidente no es lo más desalentador, por más que la democracia enseñe y obligue a concertar con todos los sectores políticos. Lo deprimente es que estamos hablando de peruanos que pagan las consecuencias.

Se dirá que para qué votaron por Ollanta Humala, pero eso no resuelve que la anemia infantil se incremente, que no haya conectividad, que los niños de 0 a 3 años estén dejados a la mano de Dios, que se diga que se han invertido 11 mil millones de soles en colegios y no los veamos. Más bien jóvenes que toman una carretera porque no les remodelan el colegio desde hace 18 meses, otros que pitean porque estudian bajo un árbol debido a la mala infraestructura.

El presidente debe saber que gracias a la inversión privada que confió en su viraje hacia la hoja de ruta la economía peruana se mantuvo musculosa los dos primeros años de gobierno. Un gobierno que –ahora sí– está sentado en un banco de oro de 30 mil millones de dólares para gastar bien.  Probablemente el presidente Humala nunca ha invertido ni en un quiosquito, por eso desdeña tanto la inversión privada y no llega a comprender que detrás de un proyecto de 5 millones o de 3.000 millones de soles hay un enjambre de seres humanos que viven y hacen vivir.

Como el dinero no cae del mango ni tampoco de un ingreso estatal, la inversión privada requiere confianza. Su propio primer ministro sostuvo que se debe recuperar inversión para aumentar el salario mínimo y que eso solo ocurre cuando hay “estabilidad política y jurídica”. Humala dijo que se evalúa su incremento. Lo desautorizó.