"Kuczynski cree que con la mejora del crecimiento económico y la reactivación de la inversión pública y privada las aguas volverán a su nivel". (Foto: El Comercio)
"Kuczynski cree que con la mejora del crecimiento económico y la reactivación de la inversión pública y privada las aguas volverán a su nivel". (Foto: El Comercio)
Pedro Tenorio

El presidente puede desconfiar de los analistas políticos, pero debería leer al genial escritor estadounidense Mark Twain cuando dice: “Lo que nos mete en problemas no es lo que no sabemos, sino aquello que sabemos y estamos seguros, pero que simplemente no es así”. La última encuesta nacional de Ipsos demuestra que, lejos de lo que repite en sus entrevistas, la mayoría de peruanos está cada vez más divorciada de su liderazgo: cayó a 29% de aprobación (siendo su desaprobación 64%), cinco puntos menos que el mes anterior y luego del mensaje por 28 de julio. Es decir, jugó con cartas a su favor (nuevas promesas para el año de gobierno que inicia, ajustes en el equipo ministerial –que debieron atizar expectativas– y anuncios de reconstrucción en ciernes), pero de nada le sirvieron.

La culpa sería de los analistas aguafiestas, cuya opinión “le interesa un pepino al peruano que va en combi al trabajo”, insiste PPK. Y en eso tiene razón: los peruanos no evalúan al presidente por lo que dicen los opinólogos, sino por las acciones de gobierno que perciben a diario. Siendo así, es lógico pensar que tanta desaprobación se deba al estilo de liderazgo del mandatario. Como en la cita de Twain: cree que sabe muy bien lo que hace, pero la realidad evidencia que no es así.

Kuczynski cree que con la mejora del crecimiento económico y la reactivación de la inversión pública y privada las aguas volverán a su nivel y que en pocos meses él gozará de respaldo ciudadano, como ocurrió entre agosto y setiembre del año pasado, cuando su popularidad superó el 63%. Sin embargo, no sabemos en qué basa su seguridad. Él mismo debería haber aprendido, luego de El Niño costero y Lava Jato, que hay imponderables capaces de afectar su gestión. No se diga nada de la agitación social y política de las últimas semanas, con su seguidilla de huelgas en sectores claves como Salud y Educación.

No hay que ser muy perspicaz políticamente para entender que sin apoyo popular su debilidad ante el Congreso será mayor. Sobre todo con una oposición que necesita contrarrestar las sospechas por corrupción que, ciertas o amplificadas, comienzan a asediarla, por lo que necesitará desviar la atención redoblando sus críticas al Ejecutivo. Por ello, PPK debe abrir los ojos. Quizás sea necesario que, como en la segunda vuelta electoral del año pasado, antes deba tocar fondo para convencerse de que necesita retomar la iniciativa (ahí donde diversos “analistas” lo ayudaron a ganar la partida política, ¿recuerdan?). Hace dos semanas hablábamos aquí de un presidente obstinado, pero parecería que nos estamos quedando cortos.

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