(Foto: El Comercio)
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Fernando Vivas

El fútbol es la única pasión de mi patria de la que soy disidente. Y no me da la gana de pujar por lograr una conversión. No voy a tener una epifanía en el repechaje viendo los goles que clasifiquen al Perú. Probablemente ni los veré en vivo. Si llegan a ser más que los de Nueva Zelanda, a lo sumo me alegraré por algunos indicadores de confianza que se eleven a partir de allí. No, amigos, no me interesa cambiar algo que es parte de mi identidad. Soy, a mucha honra, miembro de una minoría silenciosa que tolera las sanas expansiones de la hinchada –¡qué nos queda!– pero advierte de sus excesos.

Y hoy se me antoja denunciar un exceso que hace estragos en la capacidad de análisis valorativo de los peruanos y hasta en colegas de la prensa deportiva que, en este caso, tendrían que ser más objetivos. ¿Qué denuncio? Que hay una campaña ciega a favor de , presumiéndolo víctima de errores o excesos en el sistema antidopaje de la FIFA; y autocensurando comentarios que apunten a una posible negligencia suya.

Vamos, peloteros y no peloteros, dejémonos de idioteces. En un mundo altamente profesionalizado como el del fútbol internacional, con estrictas reglas antidopaje que ponen toda la responsabilidad en los jugadores (no en sus equipos ni en las selecciones o federaciones nacionales), un ídolo como Paolo que gana más de US$50 mil al mes, ¡tiene que preocuparse en no zamparse cualquier cosa al cuerpo, pues! Deploro que colegas escriban en titulares que ‘se descarta que haya tomado mate de coca’. Es insultar a una sociedad que hace años tiene esas precauciones por bien sabidas.

Me siento obligado a presumir su inocencia respecto a la falta gravísima que sería ingerir una droga a sabiendas. También presumí su inocencia, y lo defendí públicamente, cuando fue denunciado por la revista de Magaly Medina de haberse desconcentrado y salido de paseo en vísperas de un partido de la selección. Además, ganó un juicio contra Magaly, y respeto esa sentencia.

Pero, ahora, respeten mi derecho a sopesar la alta probabilidad de que se haya automedicado o haya ingerido productos extraños sin evaluar sus ingredientes. Esa sería una negligencia de marca mayor, ajena a su talento en la cancha, que delataría una inmadurez de esas que frustran no solo metas personales sino colectivas. Por eso, hoy no me solidarizo con él y critico los lastimeros excesos de prejuicios a su favor. Negarse a la realidad no es bueno para nadie.

Ahora bien, prometo que sí me solidarizaré con Paolo si su sanción se reconfirma, no juega el repechaje, y la selección pierde. Preveo que habrá hinchas que, en su furia, lo insultarán y harán ‘bullying’. Deploraría esos excesos. Que tengan suerte el viernes.